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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Aisheen (Still Alive in Gaza)

por 

- La cámara del suizo Nicolas Wadimoff atraviesa una Gaza devastada y retrata a sus habitantes que encuentran la energía entre el dolor y la desesperación para seguir viviendo

"No sabía que había una ciudad fantasma aquí". Un niño, con los ojos abiertos de par en par y los brazos inertes, intenta distinguir en las ruinas los restos de una feria. Pero no hay nada que hacer, las emociones han sido reemplazadas por la desolación que sigue a un bombardeo. Con esta aterradora metáfora comienza Aisheen (Still Alive in Gaza) [+lee también:
tráiler
entrevista: Nicolas Wadimoff
ficha de la película
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, premiada en la Berlinale y el Festival Visions du Réel de Nyon. Esta coproducción de Jazeera Children's Chanel (Qatar) y la suiza Akka Films se estrena en el país helvético el 12 de mayo y en Francia el 26 del mismo mes.

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Sin énfasis, la película muestra la vida de los habitantes de la franja de Gaza durante y después de los bombardeos israelíes de finales de 2008 y principios de 2009. Varias familias golpeadas de lleno por la guerra evocan sus heridas físicas y morales. Este hombre recoge en un campo trozos de madera, últimos vestigios de sus olivos varias veces centenarios y llora su tierra. Este niño cuenta el ataque en el cual resultó herido y vio morir a su hermano. Esta muchacha recuerda la última sonrisa de su madre pendiente sobre sus labios mientras que una bomba caía sobre su casa.

Sin embargo, allí donde la película podría hundirse en la desesperación y el pavor, opta por la vida. A años luz de los estereotipos televisivos, Wadimoff rodó la guerra a contra tiempo. Ningún cuerpo destrozado, ninguna imagen desenfocada por las explosiones. Al contrario, el sol brilla en Gaza y los niños juegan, sorprendidos ante una carcasa de ballena. Nos asombramos de sentirnos maravillados. Aisheen no nos muestra solamente que se muere en Gaza sino sobre todo que la vida continua, incluso allí.

Los lugares cuya coexistencia con la guerra se pensaba imposible desfilan: un parque de atracciones, un zoológico - cuyo mono más peleón se llama Sharon -, escuelas que resuenan de ruidos de juegos infantiles a veces cubiertos por el rugido de las bombas. Y estos juegos, una verdadera catarsis colectiva, integran la guerra en sus normas. El payaso se sienta sobre globos y se sobresalta temiendo una explosión, mientras que los niños juegan a ser las víctimas. Un profesor pide a sus alumnos que apoyen a un camarada que interpreta a un hombre que pierde su familia. Este gesto de ternura simulado simboliza, del mismo modo, la emocionante repetición de los sufrimientos futuros que la terapia de los horrores pasados.

Lejos de las imágenes oscuras e impactantes de los telediarios, la calma y la suave luz que invade algunos planos personifican la victoria de la vida sobre la crueldad. Así como este grupo de rap que, sin odio, cuenta su desamparo, sus sueños y su rebelión. O como estos hombres que dejan caer una cacerola y rechazan la guerra con humor: "El pollo fue bombardeado. Debieron creer que estaba relleno de explosivos" Si otros protestan que impedidos de estudiar, se volverán muyahidines y morirán como "mártires", un niño murmura, lúcido: “¿Quién no tiene miedo de morir? ” Pero por el momento, Gaza aún está en vida.

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