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BERLINALE 2010 Competición / Alemania-Estados Unidos

Tú, yo y nadie más en The Future

por 

Cinco años después de su primer largometraje, Tú, yo y todos los demás (Cámera de oro en Cannes en 2005), la ecléctica actriz, directora y artista estadounidense Miranda July compite en Berlín con una película coproducida in situ, por Razor Film Produktion (entre cuyas colaboraciones a nivel internacional figuran Vals con Bashir [+lee también:
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–presentada anteriormente en Sundance– cuenta la historia de una anodina pareja de «eternos estudiantes» que superan la treintena: Jason y Sophie (Hamish Linklater y la propia Miranda July) son algo bohemios y horteras (a pesar de su adicción a Internet, ese medio excelente para matar el tiempo); comparten el mismo hastío, la misma espera de que algo sucederá en sus vidas y cambiará su suerte.

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Aunque la fogosidad amorosa los abandonó hace tiempo, se parecen tanto y disfrutan tanto con los mismos caprichos que entre los dos forman una célula aislada en el espacio (su apartamento) y el tiempo (no solo porque Jason tiene el poder de «parar el tiempo» sino también porque sus días pasan uno tras otro de la misma manera). Un día, sin embargo, ambos deciden que «ha llegado la hora» de empezar el resto de sus vidas. Para ello, dejan sus respectivos trabajos y adoptan un gato herido, a la postre narrador esporádico durante toda la película, al que July presta su voz para dar cuenta de la espera que comienza: a la pareja le quedan 30 días antes de que venga el nuevo inquilino, 30 días antes de empezar la cuenta atrás hasta su quadragésimo cumpleaños, y luego los cincuenta y después la vejez y la muerte, 30 días para que se presente una «señal» que indique la buena dirección. Hay que mantenerse «en guardia», se repiten a sí mismos.

Ella renuncia a rodar una coreografía para iniciar una aventura de lo más extraña con un hombre mayor; él intenta sin entusiasmo concienciar a la gente puerta por puerta del cambio climático y termina por establecer lazos de amistad con un viejo. Mientras tanto, los detalles pintorescos del principio de la película se enrarecen y una profunda morosidad existencial inunda la pantalla y contagia al espectador. Jason, entonces, congela el tiempo, de modo que abre la puerta a un destino alternativo (en el que ambos ya se han separado, concediendo a Jason la ocasión de imaginar un futuro a la pareja, que no ocurrirá), pero no extirpa a los personajes, ni a los espectadores, del clima depresivo que se apodera de la cinta tras su coloreado íncipit. Nuestras almas gemelas, apáticas, se volverán a encontrar felizmente y retomarán, como si nunca lo hubiesen dejado de lado, su circuito cotidiano: no queda nada que esperar porque la vida es ahora y el futuro ya está ahí.

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(Traducción del francés)

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