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CANNES 2011 Quincena de los realizadores / Francia

La fin du silence: una tragedia griega en los bosques de los Vosgos

por 

La Quincena de los realizadores del 64° festival de Cannes ha quedado inundada por el clima opresor, la violencia física y los ajustes de cuentas familiares de La fin du silence [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
. El primer largometraje de Roland Edzard, a caballo entre los cines de género y de autor, entra en un terreno poco frecuentado por la producción francesa y trata de seguir las huellas de obras como Délivrance, de John Boorman, para la caza y la tensión en el bosque, o Comme un chien enragé, de James Foley, para el acechante y crepuscular ambiente familiar.

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El suspense y el invierno profundo en un bosque casi petrificado de la sierra de los Vosgos, en el noreste de Francia, guían esta especie de tragedia griega donde los puñales y los rifles de francotirador marcan las normas, aíslan el espacio y silencian o envilecen las palabras. El drama tiene lugar en un chalet en el que habita una familia de cuatro hijos. El menor, Jean (un Franck Falise de mirada pétrea), altera enérgicamente la rutina de los demás. Su rebeldía post-adolescente irrita sobre todo al hijo mayor, Luc. Los insultos matutinos dan paso a las amenazas de Jean; la más grave, un bidón de gasolina entre las manos y un cigarrillo encendido entre los labios, que termina por provocar el estallido entre ambos hermanos. La película adquiere entonces un tono y una presión que no bajan ya en ningún momento. Acogido por su vecino Nils (Thierry Frémont), Jean, el mudo, aprende de él el arte de la caza y entra en el círculo de la venganza después de que lo echaran injustamente de casa. En un lugar donde el placer de matar animales es sagrado, el joven descubrirá por qué “nunca hay que abandonar el grupo”.

Un secreto de familia se cierne en el bosque, los celos se vuelven incendiarios, alguien corta el suministro de agua, saltan los plomos... la familia y el espectador se sumergen en una oscuridad angustiosa y Jean deambula entre las montañas para localizar su residencia en compañía de un fusil robado. ¿Dispararía? ¿Mataría? ¿Cuándo? ¿A quién? La fin du silence es un tiro, una cortina rasgada sobre una familia marcada por un pecado del pasado (mención especial al suizo Carlo Brandt en su papel de padre) que se asienta en lo que no se dice hasta que explota. Los impresionantes paisajes, el buen oficio en las escenas del bosque y las secuencias en las que la violencia se desencadena repentinamente, la gran labor en cuanto al sonido (pájaros, crujidos, respiraciones...) y la música otorgan a la película un caché lo suficientemente intrigante como para hacer la vista gorda con respecto al ritmo algo errático de Roland Edzard y el bache que antecede al final que acerca la cinta al género del western moderno. En una Francia profunda en la que no se habla nunca del futuro, muy poco del presente y todavía menos del pasado, una Francia cuyas condiciones de vida son bastante precarias, la juventud que encarnan Jean y Luc (guiño a la Biblia) no termina de expiar la culpa de sus progenitores, como si se tratase de una maldición sin fin.

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(Traducción del francés)

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