12/06/2012 - Boodewijn Koole firma una emocionante película sobre el luto, la educación, la transmisión, el amor entre padres e hijos y la amistad

Jojo (Rick Lens) tiene diez años, la edad en que uno pelea por saber qué es verdad y qué es mentira y se corre el riesgo de tener amistades peligrosas. Es la última etapa de la infancia, ese breve periodo que vivimos en solitario en un mundo interior al que a veces dejamos pasar a algún invitado. Para Jojo, el invitado será Kauw, una especie de doble metafórico de él mismo. Kauw es la encarnación de Jojo, un pájaro caído de un nido. Jojo lo recoge, lo cuida, lo alimenta, lo educa, lo ama e intenta inculcarle las nociones de libertad e independencia. Jojo es un padre y una madre para su pajarito; el padre y la madre que tanto faltan en su camino. Su madre, cantante de country, se ha ido de gira, o eso dice el chico. Su padre es vigilante, duerme por el día y vive por la noche, es taciturno y algo alcoholizado, parece desconectado de la vida de Jojo. Rápidamente nos damos cuenta de que la ausencia de la madre es más definitiva de lo que Jojo quiere creer, y de que su padre, potencialmente violento, es en realidad un ser depresivo que ya no sabe como comunicarse con su hijo. Jojo está rodeado de ausencia, paralizado por la soledad, y la película le acompaña en su búsqueda de compañeros de camino. El pájaro ocupará literalmente el lugar de la desaparecida madre, ocupará su santuario, su estudio de grabación. Yenthe, una compañera de deportes, le respaldará y le obligará a concienciarse de su dolor. Su padre (Loek Peters) pasará poco a poco a formar parte de su vida, y reafirmará su presencia a lo largo del relato y de su forzoso luto. Los tres pondrán su granito de arena para vencer la negación en la que Jojo se sumerge y le ayudarán a aceptar, con dolor y calma, la muerte de su madre.

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tráiler
ficha de la película], Boudewijn Koole nos presenta un punto de vista justo y melancólico sobre la infancia y un punto de vista sensible sobre el proceso de luto. Al situar la película en una zona parcialmente rural, entre el claro y la carretera, pero en los patios, con referencias al sueño americano (el título, la música country, las banderas), Koole da a su relato una dimensión de cuento, fuera de espacio y de tiempo. Jojo y su padre tendrán que trabajar primero con ellos mismos para poder afrontar unidos el luto del ser querido. Una vez salvadas las contingencias (Jojo no va al colegio, probablemente sea verano, solo hace deporte; no vemos el trabajo de su padre, y ambos están sorprendentemente solos), el relato se centra en el camino del pequeño, su descubrimiento de la amistad y sus reencuentros con su padre. De la película se desprende cierta dulzura y una verdadera voluntad para dar al tiempo la posibilidad de cumplir su misión. Aunque puede que algunos de los efectos (ralentización, inserción de fotos, el empleo de la música) rompan el despacioso progreso, que aunque se espera termina llevando a una salvadora liberación, la capacidad de resistencia del ser humano se desprende de este viaje a través de un Jojo emocionado y tranquilo.

Kauwboy es la ópera prima de Boudewijn Koole, que antes había producido y dirigido numerosos proyectos audiovisuales de temas relacionados con la infancia. La película se estrenó en la sección Generation Kplus de la última Berlinale, en la que se hizo con el premio a la mejor ópera prima y con el Gran Premio del jurado internacional. Produce Waterland Films (Zieleman, de Ben Sombogaart, Stella’s War, de Diederick van Rooijen, o Bullhead [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Bart Van Langendonck
entrevista: Michaël R. Roskam
ficha de la película], de Michael Roskam). Benelux Film Distributors estrenó la cinta el pasado abril en los Países Bajos y Delphis Film se ha ocupado de las ventas internacionales. Jekino se encargará de su distribución en Bélgica.

(Traducción del francés)