email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

EDITORIAL Exhibición

EDITORIAL: ¿Cuál es el valor añadido de la sala de cine?

por 

- La conferencia anual de Europa Cinemas fue la ocasión para medir la temperatura de las salas de cine, que mantienen con el público una relación distendida

La conferencia anual de Europa Cinemas ha sido la ocasión para medir la temperatura de las salas de cine europeas, que dan muestras tanto de dinamismo e innovación en sus iniciativas como de un conservadurismo inherente a una proporción mayoritaria de exhibidores europeos.

La fórmula «La sala es el lugar principal para ver cine», repetida como un mantra, ahora reza «la sala debe seguir siendo el lugar principal» y «la sala debería ser el lugar principal». Esta reformulación ya da cuenta por sí sola del cambio real. Tanto la ministra de cultura de Francia, Aurélie Fillipetti, como Aviva Silver, del programme MEDIA de la Comisión Europea, y el director Laurent Cantet han pronunciado esas palabras, pero es evidente que los dirigentes de la institución que este año festeja su 20º aniversario están por la labor de abrir una puerta hacia el futuro. Claude-Eric Poiroux (leer la entrevista) habla de la sala como del «único lugar que reúne a la gente» y matiza el eslogan de la fundación de Europa Cinemas al describir su infraestructura como «un lugar innovador y de vanguardia». Su presidente, Ian Christie, recuerda que «es importante no ser puristas en lo que al cine se refiere porque siempre se trata de una experiencia híbrida». Estamos en la época del transmedia, del cine a la carta, de la oferta legal e ilegal del VOD, de los contenidos alternativos, de la revisión de la cronología de medios y del exponencial crecimiento técnico a raíz de la digitalización. Así las cosas, no admite dudas el carácter híbrido de la difusión cinematográfica, para disgusto de toda una serie de exhibidores que manifiestan su resistencia con la defensa de un modelo a la antigua, aquel que proporciona escalofríos sociales a través de una experiencia colectiva frente a la gran pantalla. Esta emoción compartida, que no debe limitarse a una cola en la entrada, la silueta de una cabeza entre la pantalla y tu butaca durante la película y otra cola a la salida de la proyección, sería el valor añadido de ver cine en la sala, ese lugar que el público considera cada vez más igual de válido que cualquier otro después de que se haya convertido en una experiencia tan cara.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

11 de las últimas 12 proyecciones públicas a las que he asistido han venido acompañadas de molestias a cargo de devoradores de palomitas, teléfonos móviles (incluida la vibración del mío en el bolsillo), risas fuera de contexto, ronquidos y espectadores agitados, por lo que cada vez soy menos receptivo a este argumento, no así a la emoción, tan vivaz como siempre, de tener los nervios a flor de piel por estas cosas que afectan negativamente a mi percepción de una obra en la pantalla. Imagino que la frustración es aún mayor para el cinéfilo que ha tenido que pagar su entrada porque no es periodista: una persona que ama el cine, tiene ganas de distraerse, viajar, abandonarse o resistir a una historia cuyo contexto es incapaz de controlar por desgracia; un contexto que sí controla al máximo cuando consume cine al abrigo de las condiciones que él mismo escoge. Para él, la sala debería ser el mejor lugar para ver cine, pero, en la práctica, ya no es así, y en el empleo de su tiempo ya no se tiene en cuenta generalmente el carácter excepcional de una cita con el cine en una sala.

En el marco de un festival, la magia es evidente. La alfombra roja y la presencia de estrellas convierten la sala en un lugar de excepción comparable a una experiencia en vivo. En Internet, la gratuidad y la inmediatez de la demanda constituyen grandes ventajas. DVD y Blu-ray incluyen la versión original (ausente aún en un gran número de cines europeos) y una serie de suplementos que confieren un valor añadido al visionado de una película. ¿Qué hay de la asistencia cotidiana a las salas en esta lógica de los hábitos del público? ¿Qué aporta al digital native y al modelo de integración de la digital immigration? La butaca de oro de la sala en la cronología de medios parece una exclusividad bastante frágil en un contexto de sobreproducción cultural que permite tanto al gran público como al cinéfilo seguir la actualidad retrasando el consumo de cine solo un par de meses. Nos queda la noción de comunidad que los cines de barrio pueden reivindicar con orgullo a fuerza de ser inventivos para cultivarla. En el seno de Europa Cinemas hay algunos pioneros y exhibidores activos que ofrecen vivir la práctica 2.0 del cine en la sala. Por desgracia, estos apoyan el mismo grupo de colegas pasivos que no pueden pretender que su simulacro de comunidad pueda compararse con un foro dinámico en internet o una comunidad de amigos en Facebook que comparten, comparan, se conocen, se casan y tienen muchos hijos que cada vez irán menos a ese enclave que debería ser el lugar principal para ver cine.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

(Traducción del francés)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy