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VENECIA 2013 Competición / Israel, Francia

Ana Arabia: una película escuchada

por 

- El israelí Amos Gitai presenta en la competición de Venecia una película en forma de diálogo, de tregua nostálgica y bulliciosa de relatos tristes y fabulosos, en un pequeño jardín escondido del mundo

Ana Arabia: una película escuchada

Más que una "película hablada", Ana Arabia [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, dirigida por el israelí Amos Gitai, presentada en competición en Venecia y compuesta por un único plano secuencia de 84 minutos de duración, es una película escuchada que va de personaje en personaje y, a medida que se va siguiendo el hilo de Ariana, nos sumerge en sus historias personales y en la historia de una comunidad aparte, fuera del espacio y el tiempo.

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Nuestra guía en este recorrido es Yael (Yuval Scharf), una periodista israelí que investiga, en la misma manzana en que ha vivido, la historia de una mujer fallecida recientemente: una judía polaca que sobrevivió al Holocausto y que, una vez llegada a Israel, se convirtió al Islam por amor a su marido, Yussuf (Yussuf Abu-Warda). Sin embargo, lo que Yael descubre en ese extraño islote de casas en ruinas y alocada vegetación perdido en mitad de la ciudad en la que entró al principio del film y de la que no saldrá hasta el final, con una sola lágrima pudorosa saliendo del ojo, es mucho más que una sola historia: es una constelación de relatos tan novelescos y nostálgicos que parecen fábulas. Ella, que vino a oír una historia de amor imposible e increíble entre una mujer judía como ella y un hombre de la religión "rival", volverá con una madeja de relaciones hermosas y dolorosas y toda una galería de personajes femeninos.

La actitud de escucha de la guapa periodista, que en ningún momento invade el espacio ajeno ni impone dirección alguna a sus interlocutores, nos permite conocer a la vez que ella (la narración es en tiempo real) este pequeño barrio autosuficiente ("tenemos todo lo que necesitamos aquí", repite a menudo el viejo Yussuf), un mundo aparte por completo, dejado de la mano de dios, que va tirando, arrastra sus viejas cicatrices y sus penas aún vivas; un mundo que recuerda que hubo una época en la que judíos y musulmanes convivían en paz y hablaban entre ellos.

A medida que conoce a los hijos de Yussuf, su nieta asesinada, sus vecinos y amigos, la atenta Yael se percata de que ha entrado en un remanso, en un lugar de tregua. Como dice Miriam (Sarah Adler), hija del viejo, allí donde se dejan crecer libremente las plantas y las malas hierbas la gente no tira la basura, y cuando Yael, ya hacia el final, abandona este asombroso vergel, esa lágrima única que rueda por su mejilla parece decirnos que sabe que acaba de dejar atrás un universo que ya no existe.

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(Traducción del francés)

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