23/09/2013 - Uno de los directores griegos más prolíficos presenta en Atenas The Limousine, su película más entretenida de los últimos años.

“Entré en el cine por mi amor hacia las películas, pero puede ser que termine odiándolas”, dijo Nicos Panayotopoulos el pasado viernes en el Festival Internacional de Cine de Atenas, donde presentó su 16º largometraje en sus 39 años de carrera. Una película que dice que hay que escuchar más que ver. Y, de hecho, su “comedia de malentendidos” es un trabajo muy escandaloso.

Inspirada en unas memorias que un amigo le mandó hace unos años, la historia de The Limousine ha sido una fuente de rejuvenecimiento para un director que se había alejado del público por su alianza con un cine muy autorreferencial. Este nuevo trabajo es, desde luego, el más entretenido en muchos años.

El teatro, la religión, la filosofía y la literatura son ingredientes de un gran banquete del que  Panayotopoulos ha tomado inspiración a lo largo de su carrera, aunque nunca los había usado con tanta ligereza como aquí, montando una serie de viñetas que se mueven como una versión de Coffee and Cigarettes, de Jarmusch.

Aunque ha sido rodada íntegramente en Grecia, la mitad de la historia tiene lugar en un bistrot parisino. Nikos Kouris interpreta a un estudiante griego que mantiene una conversación informal con Samuel Beckett (Dimitris Katalifos) y sus amigos. Allí conoce a una hermosa chica francesa, interpretada por Doukissa Nomikou, que le explica que las chicas de Limoges se llaman limousines (de aquí el título de la película, “limusinas”).

Los dos jóvenes, junto con un amigo común (Adrian Frieling), se embarcan en un viaje en coche por Grecia, donde Panayotopoulos aprovecha la oportunidad para eliminar la luz helénica y adoptar un gris otoñal, dando un encanto crepuscular tanto a Atenas como a la naturaleza salvaje de Mani. Una transformación que encaja perfectamente en una película en la que su director muestra un nuevo rostro.

(Traducción del inglés)