03/07/2014 - Lorenz Merz presenta en su primer largometraje una historia compleja, en ocasiones claustrofóbica, protagonizada por una Lolita Chammah tan fascinante como peligrosamente decadente

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tráiler
ficha de la película] es el nuevo trabajo del joven director suizo Lorenz Merz, ganador de un Quartz (en 2009) ppor su cortometraje Un día y nada. En el que es su primer largo, Merz habla de la soledad, de los remordimientos y de la imposibilidad de escapar de un pasado demasiado presente. Zoé trata de huir de sí misma, de los errores que han marcado a fuego su propio ser, dejando tras de sí paisajes desolados y desoladores poblados por seres humanos insensibles ante el sufrimiento ajeno. Zoé parece vivir en una pecera, como si fuera un pececillo rojo que abre la boca sin emitir sonidos. Escondida en el maletero de un coche conducido por una misteriosa mujer, nuestra antiheroína se ve a bordo de un navío que la lleva a Inglaterra. La desaparición repentina de la propietaria del vehículo permite a Zoé tomar su identidad. Vistiendo sus ropas y haciéndose cargo de su casa, nuestra protagonista penetra en un mondo todavía desconocido. 

Cuando el espectador encuentra a Zoé todo esto ya ha ocurrido fuera de campo, en un lugar imaginario en el que toda hipótesis tiene validez. Su rostro cansado y las señales en su piel de remordimiento y tormento dejadas a lo largo de toda una vida difícil son los únicos indicios que nos permiten elucubrar cuál era la causa por la que decidió dejarlo todo atrás. Su huida es desesperada, descontrolada, no tiene meta alguna que le haga avanzar dignamente. Zoé entra poco a poco en un silencio catatónico que la aleja cada vez más de la realidad, como si el mundo que la circunda no tuviese ya que ver con ella, como si el tremendo recuerdo de lo que ha ocurrido la impermeabilizara contra el presente. El espectador asiste a su peregrinaje desde la posición a menudo incómoda de quien observa de cerca (primeros planos que abrazan a la protagonista) la decadencia de un alma a la deriva. El personaje principal (interpretada por una increíble Lolita Chammah) se desnuda, se desmenuza literalmente frente a la mirada impotente del público.

Lorenz Merz registra los estados de ánimo de la protagonista gracias a una fotografía llena de matices plateados que crean una atmósfera desesperada e irreal. Nuestro director suizo puede llegar a mostrarse extremadamente cruel con su personaje, molestado en ocasiones por una mano que aparece de detrás de la cámara, como si quisiera despertar brutalmente a Zoé de su inquietante torpor. La violencia, que seguramente jugó un papel determinante en su pasado, reaparece en el presente como tras una voluntad de recordar que la fuga no va a permitir que cicatricen unas heridas, por lo demás, bien abiertas. 

Cherry Pie es un drama intenso entre dos seres: el personaje y el director, que se abandonan en un vals decadente que culmina con una escena final digna de Anna Karenina. La confianza entre estas dos personas es absoluta, como también es total el abandono con que la actriz se entrega al cineasta. Lorenz Merz no deja respirar ni a su protagonista ni al público, que busca sin tregua indicios que ayuden a destapar el misterio que rodea el viaje a ninguna parte de Zoé. La excelente banda sonora (obra de Marcel Vaid) regala un estrato adicional de misterio y ambigüedad a un film que no dejará indiferente a nadie. 

Cherry Pie ganó el Premio Luna de Valencia al mejor largometraje durante la última edición del festival internacional de cine de Valencia (cinema Jove). Su agencia de ventas internacionales es Film Republic.

(Traducción del italiano)