05/12/2014 - El documental de Virginia García del Pino nos regala el pertinente rescate de uno de los cineastas más libres, clarividentes y combativos del cine español durante los últimos años del franquismo

Anoche, en Matadero Madrid, se celebró la inauguración de la cuarta edición del festival Márgenes (leer noticia). En dicho acto no sólo se entregó el Premio Especial al Cine Español Independiente a Gonzalo Suárez, sino que además se proyectó –fuera de competición– Basilio Martín Patino. La décima carta [+lee también:
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ficha de la película], documental dirigido por Virginia García del Pino. Con ello, este festival transmedia reivindica a dos de los cineastas patrios más interesantes del siglo XX, dos autores que fueron pioneros militando en esos valores de independencia, osadía y riesgo que este certamen proclama con orgullo.

Precisamente Basilio Martín Patino. La décima carta es la primera entrega de la serie documental Cineastas contados que –auspiciada por Canal Plus y Paramount Channel– establece un diálogo entre generaciones: la de cineastas actuales y pretéritos, maestros y alumnos en el oficio cinematográfico. Un proyecto fílmico que, teniendo como modelo el francés Cinéastes de notre temps, seguirá dando a conocer al público joven quiénes fueron los osados forjadores de la modernidad.

Este primer capítulo, que se presentó en la sección Zabaltegi del último Festival de San Sebastián (leer más), oímos a Virginia García del Pino invitar a M. Patino a que escriba la décima misiva que complete aquellas Nueve cartas a Berta, ópera prima del salmantino. Aquél, demostrando una modestia y coherencia admirables, se niega a ser centro de atención y objetivo de la cámara mientras da paseos por su ciudad y el campo. Ubicado el creador en su entorno, rota la distancia e invitados a su casa, al viajar junto a él a Madrid empezaremos a disfrutar de los recuerdos, difusos e irrepetibles, del director de la trilogía clandestina.

Aliñado con una interesante entrevista inédita con el director, fechada en 1982, el documental –que se ha rodado durante un año– emplea el paralelismo entre la realidad de BMP y sus películas e incluso copia aquel cine de montaje que usó sobre todo en Canciones para después de una guerra. Escarbando entre sus libros, carpetas y viejas películas, con la cámara de García del Pino siempre cercana, el Patino de 84 años –sin dejar de luchar contra la escurridiza memoria– nos recuerda los claroscuros del país que fue España... y aún es, aunque no se quiera ver. Si su cine fue un mazazo contra la conciencia dormida, este documental no sólo lo reconoce, sino que lo reivindica fuertemente.

Con asesoría de León Siminiani y Fernando Franco, y producida por Pantalla Partida y Tierravoz Producciones, La décima carta está dividida en diez apartados, esa decena de cartas que Patino escribe con su legado, del que sobresale Queridísimos verdugos, rodada bajo el terror a la dictadura y que se estrenó cuando murió el Caudillo (título del film que completaría la trilogía), donde se repasaba la historia del garrote vil y –adelantándose en décadas a The Act of Killing [+lee también:
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ficha de la película]– conocíamos a tres ejecutores del estado opresor que era entonces España.

Ya no se ruedan películas tan valientes, pero Basilio Martín Patino. La última carta  despierta fuertemente las ganas de recuperar aquel cine.