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BERLINALE 2015 Fuera de concurso

Every Thing Will Be Fine, sobre todo en 3D

por 

- BERLÍN 2015: Wim Wenders echa mano de unos decorados magníficos para probar suerte nuevamente con las tres dimensiones con un retrato de James Franco escritor y una Charlotte Gainsbourg madre

Every Thing Will Be Fine, sobre todo en 3D
Charlotte Gainsbourg y James Franco en Every Thing Will Be Fine

La prensa acreditada para el 65º festival de Berlínera tan numerosa  en la proyección oficial de Every Thing Will Be Fine [+lee también:
tráiler
making of
ficha de la película
]
que los organizadores han tenido que abrir una enorme sala extra. Es verdad que en Berlín, más que en cualquier otro lugar, lo nuevo de Wim Wenders no podía sino suscitar una inmensa curiosidad, más aún teniendo en cuenta que el reparto protagonista lo componen James Franco (en el cartel de tres películas de la sección oficial, entre las que se encuentra la producción americana, también presentada a concurso, Queen of the Desert, a cargo del otro gran cineasta alemán vivo cuyo nombre empieza por W: Werner Herzog), la igualmente omnipresente Charlotte Gainsbourg (que sigue encadenando apariciones en las películas más populares del momento con una discreción tan auténtica como honrosa), la quebequense Marie-Josée Croze, su compatriota anglófona Rachel McAdams y el sonriente actor sueco Peter Stormare. La mezcla del elenco también se refleja en la producción, a cargo de la empresa berlinesa del propio cineasta, Neue Road Movie, con socios de Canadá, Francia (Bac Films), Suecia (Göta Film, Film I Väst) y Noruega (Mer Film). La nueva empresa de Wenders y todas las demás han visto por lo tanto sin sorpresa la masa de espectadores, a los que, además, ha habido que dar gafas 3D, puesto que el director de culto ha vuelto a apostar por sumergirnos literalmente en su narración.

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De hecho, es la idea de partida. Como Wenders mismo lo explica, el experimento de Pina le dio la oportunidad de valorar el potencial, aún enorme, de las 3D y conformar las bases de una experimentación aún más profunda de este soporte. Para ello, necesitaba unos decorados grandiosos que pudieran estar nevados como el Polo Norte en invierno, radiantes como cuando el sol baña los campos dorados, melancólicos y anaranjados a la hora en que el otoño seca, arranca las hojas de unas ramas casi esculpidas por un narrador de cuento de hadas que, con todo, no estuviera lejos de la ciudad... Este escenario fabuloso lo encontró el director alemán en Canadá. En él nos brinda, en efecto, una experiencia visual sin parangón que prueba una vez más su arte (y el del director de fotografía belga Benoît Debie): en una época en que la digitalización favorece la aparición de contenidos lamentables desde el punto de vista visual, el maestro del séptimo arte germano la explota a tope para crear composiciones divinas. La opción de este soporte despiadado también ha exigido un trabajo de casting y dirección de actores extremadamente fino y lo suficientemente preciso como para permitir a los actores aparecer lo más naturales posibles entre toma y toma, teniendo en cuenta la presencia constante de dos cámaras que no dejan lugar a los artificios. Hay que decir que cada intérprete ha desempeñado con elegancia su tarea.

En lo que respecta a la historia, Wenders afirma que ella lo encontró a él: cuando dio con el guionista noruego Bjørn Olaf Johannessen en Sundance hace muchos años, éste le propuso trabajar conjuntamente en su próximo trabajo. Wenders nunca imaginó que haría una película a partir de aquel encuentro. El personaje central, Tomas (Franco), al que no perdemos de vista casi en ningún momento (de la misma manera que él tampoco se separa nunca de su pequeño carnet), es un escritor falto de inspiración y desgraciado en su vida de pareja que vive una tragedia que cambiará para siempre sus emociones pero dará combustible a su literatura: mientras conduce su todoterreno por las carreteras blancas del invierno, oye un grito sordo y comprueba que el choque ha sido fatal para el hermano menor del pequeño Christopher. Doce años después, aunque apenas se cruza con el niño y con su madre soltera (Gainsbourg), sus recorridos siguen líneas paralelas: él lleva una carrera cada vez más brillante y acaba casándose con una mujer que ya es madre y que le permite ser el padre que necesita su hija, quien, a pesar de la pérdida de un niño, proseguirá su vida tranquila criando a Christopher. A través de esta narración con una estructura cronológica bien clara, el autor aborda el tema de la culpabilidad que el tiempo no permite exorcizar y para la que se necesita un enfrentamiento directo, si bien lo evoca a partir del punto de vista del autor, ese ser insondable, un poco egoísta, que roba necesariamente de lo real, como un ladrón, elementos por los que sólo él recibe un mérito (lo que Christopher, ya mayor, encuentra injusto en lo que respecta a su madre).

El conjunto, bien ejecutado y salpicado de hermosas escenas, es bastante convencional y un poco repetitivo en ocasiones pero, de nuevo, es el interés por la imagen lo que constituye el corazón del film. Ahí, Wenders da en blanco, sobre todo en la manera en que declina, como no podría haber hecho sin el 3D, el motivo del vidrio o de la pantalla transparente a través de la cual Tomas trata al principio de conseguir inspiración. Esto desaparece cuando la logra y reaparece más tarde cuando su carrera es ya la de un escritor consagrado, salvo que, en esta ocasión, es él lo que un ojo curioso observa a través de la lente de su cámara, o, como en el caso que nos ocupa, sus dos cámaras...

De las ventas internacionales de Everything Will Be Finese ocupa la británica HanWay Films.

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(Traducción del francés)

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