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VENECIA 2015 Competición

L'Hermine, una película de gran delicadeza

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- VENECIA 2015: Christian Vincent reúne en un tribunal penal del norte de Francia a un Fabrice Luchini formidablemente luchiniano y a una Sidse Babette Knudsen, como siempre, admirable

L'Hermine, una película de gran delicadeza
Fabrice Luchini en L'Hermine

Los fans de Fabrice Luchini, con su genial aire estirado y su cuidada grandilocuencia, disfrutarán con L'Hermine [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, del guionista y director Christian Vincent (La discreta), quien también es muy reconocible en este largometraje que el público de la 72ª Mostra de Venecia ha podido descubrir entre las películas en competición, y que se ha recibido con una clara ternura además de una notable admiración por los títulos propuestos este año en el Lido por la delegación francesa.

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Luchini interpreta a un hombrecillo endeble y maniático en proceso de divorcio que se hospeda solo en un hotel, la clase de hombre que se come la manzana con un cuchillo, como un abuelo, y que nunca se olvida de repasar concienzudamente sus expedientes del día siguiente antes de acostarse. Este individuo austero también es el juez más temido del Tribunal Penal de Saint-Omer: en los pasillos del juzgado, a sus espaldas (o casi), lo llaman el juez “de dos cifras”, porque generalmente condena a los acusados declarados culpables a penas de cárcel muy largas. Y sin embargo, él es quien da la impresión de ser víctima de persecución. Desde el principio, a pesar de su severidad, uno se siente afectado por ese hombre solitario del que todos se burlan, cuya honradez como juez nunca se cuestiona, mientras tose por encima de su cuello de armiño y procura, a pesar de su migraña, honrar la toga de la justicia que se pone cada mañana.

Esa mañana, precisamente, en las filas del jurado que debe pronunciarse sobre el caso de un padre acusado de haber matado a golpes a su bebé, un hombre cuya defensa, bastante desgarradora, consiste en repetir una y otra vez que él no ha matado a su hija, nuestro juez se fija en el rostro de una mujer de apariencia tranquila y sobria que se expresa con un ligero acento extranjero y que no es otra que la excelente actriz danesa Sidse Babett Knudsen, conocida por su papel de política ideal en la magnífica serie de televisión Borgen. Desde el primer intercambio de miradas, juez y jurado se reconocen, pero debido a su cometido deben guardar discreción, una discreción que constituye la delicadeza de esta película, a medida que, sin prisa y con mucha sensibilidad y humanidad, toma la forma de una humilde historia de amor, sin exageración, pero que no deja espacio para la superficialidad.

En este decorado, entre los rostros pálidos de una asamblea popular que no deja lugar a dudas de que uno se encuentra en el norte de Francia (caras entre las que se reconocen la de Marie Rivière y Miss Ming), la película avanza tranquilamente al ritmo de las audiencias de la semana, entre el juzgado y el bistrot donde el jurado se reúne, desplegando de manera elegante un mínimo de intriga que nos deja tiempo para escuchar y observar a todas esas personas, en lugar de reducirlos a precipitados clichés, y otorgarles, a modo de beneficio de la duda, una fina caracterización. Y eso es lo que da fuerza a L’Hermine: su discreción.

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(Traducción del francés)

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