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SAN SEBASTIÁN 2015 Competición

High-Rise: el evangelio Ballard según Ben Wheatley

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- SAN SEBASTIÁN 2015: La esperada quinta película del director de Turistas es una muy libre y enloquecida adaptación de la novela del distópico escritor británico

High-Rise: el evangelio Ballard según Ben Wheatley
Elisabeth Moss y Tom Hiddleston en High-Rise

El nada acomodaticio Jeremy Thomas tuvo los arrestos, allá por 1996, de confiar en Cronenberg para que adaptara la mórbida novela de J. G. Ballard Crash: el resultado cristalizó en el premio especial del jurado del Festival de Cannes, con bastante polémica (aquellas escenas de sexo, sangre, alienación y chatarra provocaron abucheos en la Croisette) y división de opiniones. Si el canadiense se caracteriza por poseer una mirada fuerte y alérgica a lo ortodoxo, algo similar se puede asegurar de Ben Wheatley, director de culto viral, título ganado a pulso por el humor cáustico e incómodo de sus anteriores films, que no pueden ser culpados de poco originales.

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se esperaba con sobrada expectación y la inmensa cola para acceder al pase de prensa en el 63° Festival de San Sebastián era la constatación: el film venía del 40° Festival de Toronto recargado de buenas vibraciones. Pero el espectáculo que Wheatley despliega ante los ojos de los no avisados, durante las dos horas de (excesivo) metraje no es apto –como tampoco lo fue Crash– para todas las pupilas… y paciencias: no faltaron algunas deserciones en la sala, aunque también se oyeron aplausos al final. El bueno de Ben dice que respetando el original literario, y con la complicidad de su guionista de cabecera (Amy Jump), ha firmado un espectáculo de puro desconcierto, barroquismo y caos. En él vemos cómo, en 1975, un doctor en psiquiatría se muda al aséptico apartamento de un enorme rascacielos, en cuyo ático vive su creador, un arquitecto con las facciones de Jeremy Irons. Poco a poco la fauna que puebla dicho edificio empieza a interactuar con nuestro hombre y los problemas de ese microcosmos –sus vecinos no tienen necesidad de salir: allí dentro hay gimnasio, supermercado y todo tipo de tentaciones– irán afectándole más de lo que imaginaba. Así, mientras todo se desmorona alrededor sin salir del mamotreto –como en un Ángel exterminador buñueliano 2.0–, la mente de este héroe se empieza a mimetizar con el deterioro arquitectónico y colectivo que le rodea: los status sociales están perfectamente diferenciados, tensados por situaciones extremas en este mundo tecnológico, cada vez más violento y desenfrenadamente sexual.

El actor del momento (Tom Hiddleston), con su elegante físico de galán a lo Gary Cooper, encarna al protagonista, ese Doctor Robert Laing que sueña estar rodeado de bellas mujeres como en un videoclip de Robert Palmer. La perturbadora y mutable banda sonora, firmada por Clint Mansell, habitual de Aronofsky, ayuda a entender la degradación de los personajes, subrayada con una versión impagable del SOS de Abba a cargo de Portishead, una de las formaciones musicales más nihilistas de todos los tiempos. Sienna Miller, Luke Evans y Elisabeth Moss completan el cartel de primeras figuras que también conviven en esa cárcel moderna de cemento. Wheatley, como un dj venido arriba, pone a bailar a los elementos humanos y técnicos de High-Rise cambiándoles el ritmo y la melodía a su antojo, provocando estupefacción y descontrol, pero también algo parecido al paroxismo.

Ya se está hablando de la influencia de Kubrick y Terry Gilliam en este film tremendamente libre y sobradamente esquizoide, pero su barroquismo desorbitado emparenta más con Ken Russell, un cineasta provocador que no dejaba indiferente: o se le amaba o se le odiaba, algo que sucede con este osado High-Rise que Wheatley ha traído sin miedo a San Sebastián.

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