25/01/2017 - El último documental de Aldo Gugolz lleva a la gran pantalla con sensibilidad y valentía la vida de personas “corrientes” entre dificultades y pequeñas grandes victorias

Aldo Gugolz, el director ‎lucernense formado en el HFF de Mónaco, estrena a nivel mundial en las Jornadas de Soleura y en competición por el Premio de Soleure su última obra Rue de Blamage [+lee también:
tráiler
ficha de la película], un documental al mismo tiempo directo y poético que no dejo hueco a la miseria. Aldo Gugolz filma con respeto los rostros, los cuerpos cansados que no se parten, testimonios directos de un pasado y a menudo de un presente vivido en la marginalidad. Rue de Blamage da voz a aquellos que no la tienen o que simplemente la han perdido, un tipo de traducción visual de un mundo interior poblado de recuerdos y sueños.

La rue de Blamage es una calle de la periferia de Lucerna. Las personas que habitan allí son los llamados “marginales” que viven normalmente al margen de la sociedad, en un mundo paralelo con sus propias reglas y contradicciones. Aldo Gugolz graba a algunos de estos personajes: un músico callejero, un exdrogadicto que intenta reanudar la relación con su hijo, una refugiada siria que quiere ver a su familia reunida, la responsable de un prostíbulo cansada de hacer de psicóloga con sus clientes, un artista que busca la inspiración para sus obras en el barrio y en último lugar Heinz, un barrendero retirado que se convierte en el numen del artista para crear su última obra.

Es difícil no involucrarse emotivamente con los personajes que pueblan la Rue de Blamage, seres a la deriva que han decido vivir al margen de la sociedad. Su existencia es una aventura constante, una sucesión de grandes y pequeños problemas por resolver, en busca de una felicidad utópica (la refugiada siria intenta con todas sus fuerzas que su hija llegue a Suiza y la responsable del burdel busca el amor a través de una relación sadomasoquista) o simplemente un intento por sobrevivir. Los rostros de los personajes, filmados con planos cercanos, son como mapas geográficos de un pasado que prefieren ocultar. El director respeta su pudor, quizás el último vestigio de dignidad que les queda, sin pretender ir más allá del misterio, no se revelan detalles escabrosos de su vida, todo lo contrario, se les deja hablar libremente, sin prisa, para ganarse poco a poco su confianza. Este trabajo de acompañamiento silencioso (no hay voces fuera de cámara que guíen las imágenes) regala a la película un revestimiento poético estéticamente majestuoso. En ocasiones las imágenes hablan más que las propias palabras y personajes, flotan en una realidad cruda e irreal y se desnudan ante la cámara con pudor y valentía. Aldo Gugolz filma sus rostros y cuerpos como si estuviese pintando un retrato. Parece que el caos del mundo exterior no consigue penetrar en la Rue de Blamage, un tipo de prisión reconfortante donde vivir la propia diversidad sin avergonzarse. La música de Roland Widmer y Jean-Pierre Smadia, tranquilizadora e inquietante a la vez, refuerza todavía más el sentimiento de un peligro inminente. Los planos-secuencia, breves pero intensos, muestran a los personajes en su hábitat natural: Heinz en su sala de estar, rodeado de relojes de cuco y adornos de todo tipo, o el músico callejero que duerme en un aparcamiento subterráneo, ambos se transforman en “cuadros vivientes” inquietantes y magníficos. Una película necesaria que se aventura donde muchos ni siquiera se atreven a echar un vistazo.

Rue da Blamage ha sido producida por Hugofilm, SRF Schweizer Radio und Fernsehen y 3sat, distribuida por Hugofilm.

(Traducción del italiano)