27/01/2017 - Antonin Schopfer y Thomas Szczepanski presentaron en las Jornadas de Soleura un misterioso documental en el que la realidad y la ficción se reúnen con elegancia

La 52ª edición de las Jornadas de Soleura han acogido en su sección Panorama Suizo el primer largometraje de Antonin Schopfer y Thomas Szczepanski, titulado L’Inclinaison des chapeaux. Schopfer, que ya encendió Soleura con su interpretación de un joven a la deriva en la película de Gabriel Bonnefoy Pipeline [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película], ha decidido esta vez presentarse en la localidad helvética con la etiqueta de director, acompañado por un Thomas Szczepanski con el que lleva colaborando desde 2011 (Tomorrow Is Way Off). El resultado de su trabajo es, no caben dudas, sorprendente. 

Antonin se hace a la carretera en pleno verano acompañado por un amigo-cómplice-cámara-hombre para todo con el objetivo de encontrar a su padre, al que hace quince años que no ve. La improbable pareja deja la ciudad para irse a la casa familiar de Antonin, de donde tres lustros atrás su padre echó a su madre. Antonin quiere rodar una película sobre el encuentro con su padre, sobre su relación de amor y odio. Los sentimientos que animan a los protagonistas de L’Inclinaison des chapeaux son complejos y contradictorios como la vida misma: el afecto choca con el resentimiento y la incomprensión, con un deseo ardiente de verdad.

L’Inclinaison des chapeaux es una de esas películas que desestabilizan desde la inclasificable frontera de los géneros. ¿Estamos ante un documental o una ficción? ¿Lo que Schopfer y Szczepanski nos muestran en pantalla forma parte de la realidad o es una puesta en escena? La pareja de directores no tiene intención de decantarse. ¿Por qué habría de hacerlo?

L’Inclinaison des chapeaux asume plenamente su estatuto híbrido entre realidad y ficción y grita a pleno pulmón que el cine no es una cuestión de formatos, de estériles catálogos sino de ser un arma contra el conformismo. Schopfer y Szczepanski nos muestran que el cine, el cine de verdad, lleva a la reflexión abriéndonos los ojos ante un mundo que a menudo no logramos o no queremos entender. Desde este punto de vista, L’Inclinaison des chapeaux se impone en Soleura como un ovni DIY con tintes punk. Lo que se nos da a ver en la pantalla es una especie de making of de un documental improbable en el que el amateurismo y una especie de refrescante empalago se convierten en motor y savia de todo el film. Schopfer y Szczepanski muestran lo que normalmente se esconde, como queriendo demostrar que la parte más interesante de una película es la que tiene lugar fuera del plató.

Antonin dice al principio de la película que el cine no es psicoanálisis pero L’Inclinaison des chapeaux nos muestra con frecuencia lo contrario. Aunque no podemos ciertamente hablar en sentido estricto de ello, el cine puede ser tanto para el público como para el director catártico. En muchos casos, la cámara permite observar la realidad con una distancia salvadora. El pasado de Shopfer, al igual que su presente, se filtran a través del prisma del cine y se transforman en algo distinto, a caballo entre la cruda realidad y la fantasía. ¿No es acaso la vida esto mismo, una condensación de hechos objetivos y de sueños? L’Inclinaison des chapeaux se convierte en una catarsis para padre e hijo que (re)construyen su relación gracias al proceso fílmico. A medida que avanza la cinta, su relación, claudicante, incierta, se fortalece, como si la inseguridad del acto creativo alimentara los sentimientos de los protagonistas. El universo tragicómico de L’Inclinaison des chapeaux recuerda a veces la conocida ingenuidad vitriólica del cine de July Delpy y Vincent Macaigne e incluso al amateurismo reivindicado por los jóvenes directores americanos (mumblecore). Ésta es, en definitiva, una película que clama a pleno pulmón su idiosincrasia.

L’Inclinaison des chapeaux es una producción de IDIP Films y RTS Radio Télévision Suisse que distribuye IDIP Films.

(Traducción del italiano)