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BERLINALE 2018 Competición

Crítica: My Brother’s Name is Robert and He’s an Idiot

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- BERLÍN 2018: Larga, irritante y vacía como su propio título, la película de Philip Gröning, presentada a concurso, pierde a su público antes de llegar a consternarlos con su desenlace

Crítica: My Brother’s Name is Robert and He’s an Idiot
Josef Mattes y Julia Zange en My Brother's Name is Robert and He is an Idiot

Cientos de espectadores habían abandonado ya la enorme sala del Berlinale Palast antes del final. La cuestión que plantea My Brother’s Name is Robert and He’s an Idiot [+lee también:
tráiler
entrevista: Philip Gröning
ficha de la película
]
, dirigida por Philip Gröning (El gran silencio [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Philip Groening
ficha de la película
]
) y presentada a concurso en la Berlinale, es la siguiente: ¿cómo un director que incontestablemente sabe servirse de una cámara puede resbalar hasta este punto y fracasar hasta en su más primera intención: conservar a su público en lo que dura su película? 

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Gröning logra algo inaudito aquí: sumirnos en el tedio e irritarnos sin medida con ese universo íntimo malsano y crudo suyo que nos da exactamente igual. Nos referimos a esa simbiosis entre dos gemelos peleones (Julia ZangeJosef Mattes) que, alrededor de un campo de maizales y una gasolinera desierta, pasan juntos los dos últimos días del verano. En su camino, va desgranando pomposamente párrafos inconexos acerca de la verdad, el ser, la nada y, sobre todo, el tiempo (tomados prestados a Platón, Heidegger y San Agustín, por no citar más que una parte de los grandes filósofos que funcionan como un lugar común bajo el pretexto de revisiones para una examen en la materia), para asestar, de manera machacona y continua, una máxima sobre la subjetividad de una pesadez aterradora, por lo demás perfectamente captada y comprendida desde el principio del film.

Los lugares comunes abundan en este laborioso larguísimometraje, que evoca, con un lenguaje que tampoco reinventa la rueda, el paso a la edad adulta (al cabo de un crecimiento marcado con un rotulador sobre el marco de una puerta, un clásico), la separación inminente y el periodo de vacación que representa el verano (con sus insectitos, a los que vemos jugar en primer plano sobre la piel de un brazo o entre los dedos de una manita, otro cliché del género). 

El conjunto aparece aderezado a partir de la hora de metraje con rarísimos actos sexuales incompletos indiferentes sobre y por la persona que encarna a la gemela, una pequeña rubia de rostro demasiado infantil. Cuando ella ve que sus melindrosas riñas no van a detener su hermano, acepta la apuesta de acostarse con alguien en las siguientes 48 horas, un elemento de suspense narrativo tan gratuito que no impide que la sala se vacíe con la regularidad de un reloj de arena. Los que se quedan reciben a cambio, en la última media hora, una mediocre sesión de misionario incestuoso (que cabría esperar, digámoslo de paso, desde el principio, con los dimes y diretes con que se reconocen los gemelos), acompañado, eso sí, por una pintoresca violación invertida (de la persona adulta por la adolescente) y un asesinato rápido en los retretes, a lo Badlands.

El epílogo, la famosa prueba de filosofía, destroza a Bergson y nos da a probar un pobre aire indistinto con una voz endeble, tras lo que cual tiene lugar una falsa salida de lo más grotesco: la pantalla se llena de negro, el espectador tiene tiempo suficiente para levantarse y dirigirse a la puerta de salida pero faltan unos últimos sobresaltos. En suma, el director acaba asegurándose que el público le dé la espalda. El recorrido de Gröning, alguien que, a pesar de todo, filma bastante bien, es aquí, por tanto, impecable. No sabríamos si aconsejarle que contrate a un guionista para su próximo trabajo. 

My Brother’s Name is Robert and He’s an Idiot es una producción de las alemanas Philip Gröning Filmproduktion y Bavaria, la francesa L Films y la suiza Ventura Film. The Match Factory se encarga de sus ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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