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SAN SEBASTIÁN 2018 Competición

Crítica: El reino

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- SAN SEBASTIÁN 2018: El madrileño Rodrigo Sorogoyen desembucha un contundente y adrenalínico thriller a vueltas con el tema estrella de la actualidad española, la corrupción de la clase política

Crítica: El reino
Antonio de la Torre en El reino

Una comida de señores (y solo una señora) en traje entre bandejas de carabineros, vino de denominación de origen, griterío rebosante de chulería y un cuaderno en donde figuran los pagos ilegales de un partido político. La primera escena de El reino [+lee también:
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ficha de la película
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es un buen ejemplo de lo que parece haber sido norma en la alta política española, al menos, hasta que han empezado a salir a la superficie sus gravísimos casos de corrupción. El director Rodrigo Sorogoyen y su fiel coguionista Isabel Peña han sentido la necesidad de canalizar la ira social que ha seguido al momento en el que los políticos en España pasaron de sentarse en escaños (o mesas de restaurantes con estrella Michelin, o cubiertas de espectaculares yates, o lo más fastuoso que pudiese pagar una tarjeta black) a hacerlo en el banquillo de los acusados de los juzgados. Y el 66° Festival de San Sebastián los ha invitado para mostrar el resultado en la competición por la Concha de Oro.

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Uno de esos señores comiendo carabineros es Manuel López Vidal (un Antonio de la Torre entregado a la causa con una revolucionada y visceral interpretación), un vicesecretario autonómico que está a punto de satisfacer su galopante ambición dando el salto a la política nacional. Pero un buen día los tejemanejes tanto de su pasado (y presente) como del de sus compañeros de partido (malversaciones, cuentas en Suiza, etc.) llegan a los medios de comunicación, y en medio de una vorágine de destrucción de documentos y justificaciones ante la presidenta del partido (Ana Wagener) solo para seguir las pautas especificadas por el nuevo miembro que busca la transparencia total (Francisco Reyes), Manuel se va dando cuenta de una cosa: él es el único que va a pagar todo el pato, porque sus compañeros deciden cargarlo con toda la culpa para salir indemnes. “Cuídate de tus enemigos pero sobre todo de tus compañeros de partido”, se escucha.

El reino relata, precisamente, la caída de un “reino” que parecía destinado a durar para siempre; y, en el cine, esas precipitaciones a los abismos a velocidades imparables, se ajustan perfectamente al género del thriller. Sorogoyen echa mano de sus innegables capacidades de puesta en escena para proporcionarle a la espiral de lucha por la supervivencia de Manuel un empaque narrativo y estilístico que remite a las mejores muestras del género, las firmadas por nombres como el de David Fincher, por poner un ejemplo. La omnipresente música electrónica de Olivier Arson refuerza la naturaleza adrenalínica de una película que no se pierde en sutilezas, que está repleta de escenas que no dudan en regodearse en su contenido durante más tiempo del necesario para mantener una tensión constante, y punteada por un montaje quirúrgico responsabilidad de Alberto del Campo.

Desde feroces discusiones, pasando por inquietantes persecuciones en coche, hasta enfrentamientos a las preguntas de los inquisitivos medios (a través de la periodista interpretada por Bárbara Lennie), El reino enciende conciencias a un ritmo endiablado, a la vez que deja claro que todo este espectáculo no es ajeno a ninguno de nosotros, los no políticos. Puede ser que el espectador vea a personas reales que ocupan titulares reflejadas en los personajes, ¿pero podrá también verse a sí mismo en ellos?

El reino ha sido producida por Tornasol Films, Trianera PC A.I.E., Atresmedia Cine y Bowfinger, en colaboración con las francesas Le Pacte y Mondex&cie, y la vende al extranjero Latido Films.

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