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SAN SEBASTIÁN 2018 New Directors

Crítica: Un hombre como Dios manda

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- SAN SEBASTIÁN 2018: El rumano Hadrian Marcu debuta en el largometraje con un retrato íntimo y a la vez ácido que sirve como reflexión acerca de lo que significa ser un hombre en el mundo de hoy

Crítica: Un hombre como Dios manda
Bogdan Dumitrache en Un hombre como Dios manda

A pesar de que la experiencia como director de largometrajes del rumano Hadrian Marcu se limita a su trabajo en la prometedora Un hombre como Dios manda [+lee también:
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, presentada en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián, la relación entre el certamen y el cineasta novel puede considerarse estrecha. El pasado año la cinta era un proyecto en desarrollo, y como tal, fue seleccionado para participar en el primer Glocal in Progress, un evento de industria destinado a dar impulso a producciones europeas en lenguas no hegemónicas. Una vez vista la cinta finalizada, no queda más que celebrar el compromiso de San Sebastián con los nuevos talentos.

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Un hombre como Dios manda tiene su centro en Petru (Bogdan Dumitrache, rostro imprescindible del cine europeo reciente por películas como Madre e hijo [+lee también:
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), un ingeniero cerca de la cuarentena que mantiene de forma paralela dos relaciones sentimentales con sendas mujeres. Laura (Ada Gales) es su novia formal, está embarazada y para hacer las cosas como se debe, los planes de boda han de ponerse en marcha. Por otra parte, está Sofía (Madalina Constantin), mujer de un compañero de trabajo que, tras un grave accidente de tráfico, permanece convaleciente en el hospital (el mismo en el que trabaja Laura, por si las cosas no fueran complicadas de por sí).

El guion se inspira libremente en una novela del autor rumano Petru Cimpoesu y, lejos de ser la historia de un triángulo amoroso al uso, sirve sobre todo como pretexto para indagar en la psique de un hombre complejo, cuya conexión con sus emociones más íntimas no parece estar del todo trabajada. Desde el primer momento, la cámara se centra en seguir al protagonista, que deambula de un lado al otro sin aparentar tener claro cómo afrontar cada una de las situaciones a las que le toca hacer frente. Lo rocoso de su físico, que le presta una apariencia de constante entereza, contrasta con la desazón que revelan su mirada y sus confusos gestos en determinados momentos. Sin estridencias y sin caer en lo evidente, director y actor consiguen que nos interesemos por el proceso que Petru atraviesa, a pesar de que las conclusiones sobre lo que vemos dependan más de nuestra percepción como espectadores que de lo que la película decide exponer.

Marcu consigue con muy poco trazar un retrato certero de un hombre sobrepasado, sin dejar de prestar atención a los dos personajes femeninos protagonistas del conflicto. Probablemente, la clave para que la historia funcione resida en el equilibrio logrado en la construcción del entorno físico poblado por los personajes (la fábrica, los pasillos del hospital…) y el marco mental por el que les toca deambular, plagado de secretos, mentiras y mucha insatisfacción. Es ahí donde el director debutante demuestra que la suya es una voz que hay que tener en cuenta.

No se puede decir que Un hombre como Dios manda invente nada nuevo. Es más, son muchos los rasgos estilísticos y formales presentes en la cinta que nos remiten al trabajo de cineastas rumanos muy celebrados en los últimos años. Pero esto no ha de considerarse como un apunte negativo, más bien al contrario. Descubrir el evidente talento de Marcu para contar historias complejas, recrearse en su gusto por los detalles y reconocer su reticencia a caer en lo evidente, nos hace mantener la vista puesta en todo lo que pueda ofrecer en el futuro.

Un hombre como Dios manda es una producción de 4 Proof Film.

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