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JIHLAVA 2018

Crítica: Até que o porno nos separe

por 

- El cuarto largometraje documental de Jorge Pelicano cuenta la historia de una madre de mediana edad que debe aceptar que su hijo se ha convertido en una estrella del porno gay

Crítica: Até que o porno nos separe

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, el cuarto largometraje documental del polifacético cineasta portugués Jorge Pelicano (Suddenly My Thoughts Halt) es una película conmovedora, y que a veces se basa en la observación del dolor, en la que una madre pasa un momento difícil cuando tiene que aceptar que su hijo es una estrella del porno gay. El documental, que se acaba de estrenar a nivel internacional en la sección Opus Bonum de Ji.hlava, utiliza un montaje muy íntimo para contar la historia de una familia tradicional, de la comunicación en la era de internet y, en última instancia, de la aceptación y el perdón.

Cuando conocemos por primera vez a Eulalia, de 64 años, está en su piso sentada frente al ordenador leyendo mensajes en Facebook y mirando el perfil de su hijo Sydney, o “Fostter Riviera, la primera estrella del porno gay de Portugal”. Pronto sabemos que ya ha aceptado que su hijo es gay, e incluso que está metido en el porno, pero que no puede perdonarle por no haberse enterado por él ni puede soportar sus videos y fotos cada vez más provocativas (o “guarras”, como dice ella). Pero no puede evitar mirar su perfil de Facebook cada día, ya que es la única conexión que le queda con Sydney, que ha dejado de contestar a sus mensajes y ya no atiende sus llamadas. Así que hay muchas lágrimas, una buena cantidad de tristeza y plegarias a su santa Teresa.

Puede que Eulalia sea conservadora y religiosa, pero no le falta educación ni es estúpida. Tampoco es una mujer solitaria: tiene un marido que apenas vemos, recibe visitas de su familia y se alegra especialmente de ver a su hija, a quien Sydney acude a menudo cuando necesita hablar con alguien. Eulalia también trabaja como encuestadora y, en una escena agridulce, la vemos ir a un bar gay donde, tras establecer un primer contacto, acaba encuestando a uno de los jóvenes y modernos clientes.

A mitad de película viajamos a Alemania, donde nos encontramos a Sydney preparándose para rodar una escena porno. A partir de este momento, la película toma su punto de vista (aunque ni por asomo con el detalle de cuando estábamos conociendo a su madre), con más escenas exteriores y un desarrollo dinámico a medida que el hijo pródigo regresa a su país para participar en un salvaje espectáculo en vivo del salón erótico Eros Porto. Y su madre quiere verlo actuar.

Con la estructura narrativa de Pelicano, el espectador pasa de sentir pena por Eulalia en un primer momento a comprenderla tanto a ella como a su hijo y a sentir simpatía por ambos. También aborda una combinación compleja y ambigua de temas, desde la familia tradicional hasta la comunicación moderna y las tecnologías, y la manera en que estas influyen en roles sociales que antaño estaban claramente definidos. Se reflexiona sobre cómo podría haber reaccionado una mujer como Eulalia al comportamiento blasfemo e inmoral de su hijo solo 15 años atrás, cuando los derechos de los homosexuales no disfrutaban de tanto apoyo social, el porno no impregnaba internet de forma tan evidente y el mundo aún no había conocido Facebook. Otra cuestión igualmente importante es si Sydney hubiera tenido la suficiente confianza para mudarse a Alemania y convertirse en Fostter Riviera.

Até que o porno nos separe es una película estructuralmente disciplinada, cautivadora emocionalmente y perspicaz en los temas que trata; merece ser proyectada fuera de los pases a media noche de festivales de documentales. Ha sido producida por la compañía portuguesa Até ao Fim do Mundo.

(Traducción del inglés por Marina García Gómez)

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