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BLACK NIGHTS 2018 Competición

Crítica: Still River

por 

- El drama de misterio de Angelos Frantzis explora la relación de una pareja casada al borde de la ruptura en un pequeño pueblo industrial siberiano

Crítica: Still River
Katia Goulioni en Still River

El quinto largo del griego Angelos Frantzis, Still River [+lee también:
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, ya se había llevado el Premio de la Asociación de Críticos de Cine de Grecia (PEKK) en el Festival de Tesalónica antes de dirigirse a Tallin para competir en la selección oficial del Black Nights. Con un guion firmado por Frantzis y el actor y guionista emergente Spyros Kribalis, que apareció este año en el film de Nikos Labôt Her Job [+lee también:
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(prestrenado en Toronto), este drama de misterio es difícil de etiquetar y comprender, pero aun así, muy bello. Tras su impresionante visualidad, fruto de un rodaje digital con cámaras RED Epic y lentes LOMO y dominada por luces ambientales en tonos blancos, azules y grises, está el director de fotografía Simon Beaufils (que trabajó con Yann Gonzales en Un couteau dans le coeur [+lee también:
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y con Justine Triet en Los casos de Victoria [+lee también:
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). Probablemente no hay mejor entorno para abordar la relación de una pareja casada al borde de la ruptura que un pequeño pueblo industrial situado en los duros parajes siberianos, entre el gris del humo de la fábrica y una capa gruesa de nieve caída.

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Conocemos a Anna (Katia Goulioni) y su marido Petros (Andreas Konstantinou) a través de una conversación que al principio parece la confesión de una mujer a su psicólogo, hasta que resulta evidente que la reacción del hombre a la descripción que hace la mujer de sus fantasías sexuales, que giran en torno a un hombre rubio con una cicatriz en la cara, es excesivamente emocional. Su mirada intensa y su rápida batería de preguntas hienden la oscuridad de la sala. Poco después, vemos a la pareja en el dormitorio, intentando reavivar su vida sexual. Resulta que la pasión no es mutua, y la distancia entre ambos va haciéndose mayor a medida que avanza la cinta.

La nueva casa en la que vive el matrimonio estaba incluida en el contrato de Petros, que trabaja como asesor medioambiental en una fábrica cuyas fugas químicas amenazan con contaminar el río del pueblo. Los juegos de poder locales son tan complejos que es difícil comprenderlos, por lo menos al principio, y Petros se ve sumido en una situación que no quiere aceptar, hasta que, de repente, se enfrenta a un drama personal mucho mayor: su abstinencia en los últimos tiempos no cuadra con la revelación de que su mujer, que niega haberse acostado con otros hombres, está embarazada de seis semanas. Uno de los cónyuges empieza a creer en milagros, el otro, en pruebas científicas.

Los edificios postsoviéticos, estropeados por el viento y la humedad, albergan un buen número de personajes misteriosos que se inmiscuyen en la vida de Anna. Así, ella descubre una serie de extraños rituales cristianos y pasa a ser considerada la nueva Santa Madre, bendecida con un hijo inmaculadamente concebido. O eso le hacen creer. El joven misterioso de sus fantasías sexuales resulta ser real: se trata de un excampeón de natación llamado Leonynt Burzak (Kirils Zaicevs), que murió hace muchos años. Cuando alguien le ve en el pueblo, no se sabe si es un fantasma o un impostor enviado por la empresa de Petros para seducir a Anna.

Los finales abiertos pueden ser un acierto, pero en este caso, hay muchos hilos inconclusos, que dejan demasiadas preguntas sin responder. ¿Es el embarazo de Anna una conspiración o un milagro? ¿La está usando la iglesia para sus propios fines misteriosos? ¿Es Leonynt un fantasma o una persona de carne y hueso?

Still River es una coproducción de Grecia (Heretic/Alatas Films), Francia (Mezzanine) y Latvia (Tasse Film); las ventas mundiales están a cargo de Heretic Outreach.

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(Traducción del inglés)

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