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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Crítica: Roi Soleil

por 

- Albert Serra sigue demostrando, y transmitiendo al público, su fascinación por la agonía del monarca francés tras La muerte de Luis XIV, en esta ocasión a través de un performance filmado en Lisboa

Crítica: Roi Soleil
Lluís Serrat en Roi Soleil

Presentado, el pasado mes de noviembre, en el últimoFestival de Cine Europeo de Sevilla, en la sección Revoluciones Permanentes, tras conquistar el Gran Premio del FIDMarseille, llega a las pantallas españolas este viernes, 25 de enero, Roi Soleil [+lee también:
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, film de poco más de una hora de duración, dirigido, montado y producido por Albert Serra, quien reincide en su empeño por representar al fastuoso y decadente monarca francés tras hacerlo en su anterior largometraje, La muerte de Luis XIV [+lee también:
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, película que participó en Cannes 2016. Pero la naturaleza de este nuevo trabajo del catalán dista mucho de la del anterior, pues se trata, básicamente, de un compendio de la filmación de una performance que el artista firmó, en la galería Graça Brandao de Lisboa, en enero de 2017: durante siete días, su único actor escenificó el deceso del rey francés; de hecho la idea original del luego proyecto cinematográfico La muerte… era su representación artística en el museo Pompidou de París.

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Si en el mencionado y aplaudido largometraje, era el gran Jean Pierre Léaud quien, postrado en el lecho final, mutaba en el no tan todopoderoso personaje histórico enfrentado a las crueles tinieblas, ahora es Lluís Serrat –quien ya incorporó a Sancho Panza en Honor de caballería [+lee también:
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, también de Serra– quien carga sobre su cuerpo con la humillante agonía del mismo personaje, con parecida parafernalia y oropel en la vestimenta, la peluca y los anillos. Asimismo, lo que en la primera era una híper barroca pieza de cámara, con el agonizante postrado en su lecho, rodeado de súbditos, criados y mascotas, ahora a la figura solitaria del moribundo sólo le circunda el vacío más aséptico, moderno y minimalista, una bandeja con dulces y una luz roja que le da al conjunto un aire infernal, sangrante y crepuscular.

Durante la primera mitad de Roi Soleil no se escucha música, ningún ruido, solo el silencio mancillado por los suspiros agónicos de un pobre animal herido de muerte. El rey gime, grita y murmura mientras se desplaza por una estancia en disonancia anacrónica con su atuendo. El tiempo no existe en este espectáculo, tampoco la intimidad, pues la cámara de Artur Tort (Historia de mi muerte [+lee también:
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) se acerca sin recato al rostro, semi oculto bajo el follaje de su pelucón, de ese hombre que, incluso en sus últimos minutos de vida, sigue pendiente de su aspecto, en un alarde de coquetería digna de un pequinés con pedigrí en un concurso canino.

Este segundo rey galo y agónico que presenta Serra resulta mucho más patético, ridículo y animal que el representado por su majestad Léaud: Serrat se arrastra cual ballena varada en una fosa blanca, como un oso que, incluso poseído por el dolor, no para de comer. Cuando, en la segunda parte del film, algunas figuras humanas aparecen en escena, se rompe la intimidad con el moribundo, se consuma la derrota definitiva ante la Parca y se descubren los entresijos de un espectáculo donde Serra ha sido aún más travieso, juguetón e iconoclasta que en La muerte de Luis XIV.

Roi Soleil es una producción de Andergraun Films y Rosa Filmes.

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