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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Crítica: Cleo

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- La nueva película de Erik Schmitt, que se estrena hoy en cines alemanes, invita al espectador a admirar el recorrido del personaje principal, pero pierde algo de su encanto en el acto final

Crítica: Cleo
Marleen Lohse en Cleo

En su primer largo, Cleo [+lee también:
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, el cineasta alemán Erik Schmitt convierte las calles de la Berlín moderna en una ambientación colorida y mística en la que una joven no solo busca un tesoro, sino que además se enfrenta a los demonios de su pasado. Schmitt aplica un singular estilo narrativo a este cuento de hadas, empleando secuencias elaboradas y técnicas de montaje de gran originalidad y aprovechando al máximo las cautivadoras interpretaciones de sus protagonistas. No obstante, el impulso que la cinta toma durante su primera hora no se mantiene, por lo que pierde su vitalidad hacia la parte final.

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En las mágicas calles de la capital, vive la protagonista, la treintañera Cleo (Marleen Lohse, colaboradora habitual de Schmitt). Su historia de fondo se desarrolla en un flashback que recorre ocho siglos de la historia de Berlín, culminando el 9 de noviembre de 1989. Es la noche de la caída del muro, y Cleo nace muy cerca de él, en una ambulancia rodeada por una muchedumbre de personas. El parto se complica y su madre muere.

Unos años más tarde, la joven Cleo (interpretada por Gwendolyn Gobel) disfruta de su infancia con su padre; su imaginación convierte la ciudad en una mina de oro para aventureros. Entonces descubre la existencia de un reloj mágico que puede hacer que el tiempo retroceda. Marcada por la culpa, Cleo decide volver a por su madre. Pero mientras la busca con su padre, sucede otra tragedia. 20 años más tarde, Cleo se ha resignado a evitar todo contacto humano, pero un cazador de tesoros llamado Paul (Jeremy Mockridge) le pide ayuda. Cleo se da cuenta de que el tesoro incluye el reloj. Paul y ella forman una alianza que les llevará al submundo berlinés, pasando de Alexanderplatz a Teufelsberg.

Schmitt, cuya anterior filmografía incluye los cortos Rhino Full Throttle (2013) y Berlin Metanoia (2016), desarrolla su estilo narrativo y despliega todo un arsenal de trucos visuales ante el espectador. Las secuencias de animación e ilusiones ópticas, que se sirven de las proporciones y del espacio, dotan al film de una cierta sobrenaturalidad. Las esquinas oscuras se abren como portales, las salas se encogen y expanden, la imagen comienza a temblar y los personajes caminan por la pantalla verticalmente y recogen objetos del cielo.

Este mundo, que recuerda en su influjo y estética visual a La ciencia del sueño [+lee también:
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, de Michel Gondry, o a Amélie [+lee también:
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, de Jean-Pierre Jeunet, también está poblado de excéntricos personajes secundarios, desde un guardia de museo propenso a usar el táser hasta un estrambótico y encantador dúo de criminales. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en las anteriores películas, Schmitt pierde el ritmo de la narración cuando llega a la hora de metraje. La estética visual comienza entonces a parecer más autocomplaciente que fascinante, y la historia empieza a cumplir con todos los hitos convencionales de la progresión narrativa. También es el punto en que el enigma de Paul se convierte en una típica línea narrativa de romance, sin lograr captar la química melancólica y encantadora de las cintas mencionadas.

La trama tiene una moraleja pertinente, pero Schmitt no consigue consumar la búsqueda del alma de Berlín en el interior de la historia. La realización de esta búsqueda del tesoro, la historia de su protagonista, no llega por tanto a ser tan mágica como prometía.

Cleo es una producción de la compañía alemana Detailfilm y ha llegado hoy a las salas del país de la mano de Weltkino Filmverleih.

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(Traducción del inglés)

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