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VENECIA 2019 Orizzonti

Crítica: A Son

por 

- VENECIA 2019: El intenso debut de Mehdi M. Barsaoui sobre un matrimonio y un país en crisis es altamente satisfactorio

Crítica: A Son
Sami Bouajila y Najla Ben Abdallah en A Son

¿La felicidad es una ilusión? El futuro puede parecer brillante en un momento, y luego volverse confuso y tomar rumbos inesperados. La primera película de Mehdi M. Barsaoui, A Son [+lee también:
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, que compite en el Festival de Cine de Venecia nos deja un mensaje claro: no dar nada por sentado. Es una película que recuerda al cine del maestro iraní Asghar Farhadi, llena de giros que ponen a sus personajes en situaciones trágicas. 

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El director se centra en la historia de la desintegración de una familia como metáfora de los problemas de Túnez, sin ser abiertamente político. La película funciona a varios niveles: como un drama sobre la moralidad, una historia sobre el cambio de rol de la mujer en la sociedad y una alegoría política.

La vida parece ir muy bien: la música retumba mientras Meriem (Najla Ben Abdallah) celebra su ascenso en el trabajo. Es verano de 2011 en Túnez, y se respiran aires de cambio. El presidente Ben Ali renunció hace algunos meses, y una generación sueña con un futuro más libre, sin tener en cuenta los comicios que revelan que los islamistas representan el 40 %.

Mientras vuelven a casa de una fiesta, Meriem, su marido Fares (Sami Bouajila) y su hijo de diez años, Aziz (Youssef Khemiri), se ven atrapados en un ataque armado que deja varios soldados muertos. Es un cambio abrupto en las ganas de fiesta y en la dinámica familiar.

Aziz resulta gravemente herido de un disparo y morirá si no recibe un trasplante de hígado, por lo que empieza la búsqueda de un donante compatible. Es difícil encontrar un donante en un país islámico, ya que donar órganos no forma parte de su cultura. En ese momento, la película da un giro inesperado.

Meriem tiene que revelar un secreto de su pasado. Su hijo puede morir si ella no le cuenta a Fares un secreto que guarda desde hace muchos años. El descubrimiento causa un efecto dominó, ya que el matrimonio se enfrenta a una serie de complejos dilemas morales que reflejan, con inteligencia, los de la sociedad tunecina: ¿Podrán olvidar los errores del pasado y construir un futuro mejor? ¿Tienen ideas liberales o están atrapados en el patriarcado?

La sensación de sufrimiento y claustrofobia se acentúa con las técnicas de grabación, cámara de mano y en CinemaScope, que parecen aislar a los personajes mientras la cámara los sigue como una mosca, sin darles un respiro. Las actuaciones principales son muy buenas, en especial la de Najla Ben Abdallah, que suele trabajar en la televisión tunecina.

La película fracasa cuando intenta justificar el comportamiento de Meriem con una revelación sobre Fares, que ablanda el dilema al que se enfrenta el marido. También tiene una secuencia de acción, con un viaje al noroeste de Libia, que sirve de excusa para mostrar que toda la región está en un estado de agitación pero también parece un poco perdida, ya que necesita personajes unidimensionales y deja a Fares con un problema muy complicado. Sin embargo, estas críticas no cuestionan el debut emocionante y complejo de otro prometedor director tunecino.

The Son es una coproducción entre Túnez, Francia, Líbano y Catar. Habib Attia y Marc Irmer han representado la producción de Dolce Vita Films, 13 Productions, Metafora, Arr y Shortcut Films. Jour2Fête gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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