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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Bélgica

Crítica: Buenos principios

por 

- Yvan Attal adapta la novela de John Fante y firma una comedia ácida y divertida sobre la crisis existencial, la vida y la familia

Crítica: Buenos principios
Yvan Attal en Buenos principios

“Cuatro niños que yo cambiaría encantado por un Porsche nuevo. Me deprime mi dolor de espalda, mi falta de libido, mi incapacidad de escribir: todo es su culpa”. El actor y director Yvan Attal ha encontrado un terreno muy fértil para una comedia ligera y mordaz en el personaje de Henri, el protagonista de Buenos principios [+lee también:
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, una novela del autor de culto estadounidense John Fante (publicada en 1985), que ha adaptado y trasladado a la Costa Vasca francesa. La historia se centra en la crisis de un artista cincuentón en horas bajas. La película, que se ha estrenado hoy en los cines franceses a través de StudioCanal, antes de estrenarse en el AFM (del 6 al 13 de noviembre) cierra también una trilogía cinematográfica muy personal que empezó con Ma femme est une actrice [+lee también:
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(2001) y siguió con Ils se marièrent et eurent beaucoup d’enfants (2004), ya que el cineasta vuelve a compartir protagonismo con Charlotte Gainsboroug, su esposa en la vida real.

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A sus 55 años, Henri (Yvan Attal) está harto de su existencia en una bonita villa a escasos metros del océano y del macizo de Larrún. Hace 25 años, escribió un libro que pulverizó todos los récords de ventas y le hizo ganar todos los premios literarios, pero desde entonces “sólo ha escrito mierdas” y acarrea un malestar y un humor plagados de cinismo. Su esposa, Cécile (Charlotte Gainsbourg), funciona a base de vino blanco y antidepresivos, y juega a ser la madre de sus cuatro niños grandes que todavía viven en casa: Raphaël (Ben Attal), de 25 años y fumador de hierba empedernido; Pauline (Adèle Wismes), de 24 años que se dedica a mimar a su novio militar, Noé (Pablo Venzal), que sólo piensa en el surf y cuya madre le redacta las disertaciones para la universidad; y Gaspard (Panayotis Pascot), el más joven y a priori el más racional. “Tú sabes lo que es encontrar inspiración con estos parásitos que me aspiran el cerebro y me chupan la cuenta bancaria”, confía a su editora (Pascale Arbillot) un Henri que sueña con volver a Roma y a su juventud en la Villa Médicis. Sin embargo, un animal precipitará los acontecimientos, un perro errante, indisciplinado y sexualmente agresivo que aparece una noche en el jardín y se instala en la casa. Henri le toma afecto y lo bautiza como Stupide (Estúpido). El perro será la proyección de su dueño (“Este perro es una victoria. Nadie lo quiere como yo. Yo lucho y pierdo. Él lucha y gana”) y testigo de una gran crisis catártica en la familia…

Buenos principios, una película entretenida sobre el sentimiento de vacuidad y la incertidumbre identitaria de los románticos, juega con los arquetipos de amor-odio que se establecen en las relaciones conyugales largas (según su esposa, Henri es “vago, arrogante, egocéntrico y un imbécil en todos los aspectos”) y en los vínculos entre padres e hijos, mientras hace un retrato ácido y bastante justo frente al espejo exagerado de la comedia. La película, amenizada por los comentarios deprimentes de Henri en voz en off, hace algunos guiños al Gran Lebowski de los hermanos Coen, pero apunta, más allá de la risa mordaz, a expresar la capacidad de supervivencia del amor a través del tiempo y de las pruebas.

Buenos principios ha sido producida por Same Player, Montauk Films y Good Times Productions, y coproducida por la compañía belga Scope Pictures. StudioCanal gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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