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LES ARCS 2020

Crítica: Nightlife

por 

- El alemán Simon Verhoeven firma una entretenida película sobre las increíbles desventuras de una pareja de amigos en la noche berlinesa

Crítica: Nightlife
Elyas M’Barek y Frederick Lau en Nightlife

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, del alemán Simon Verhoeven, en tiempos de pandemia provoca una mezcla de ironía cruel y deseo melancólico puesto que sus personajes se dedican a hacer algo que, en actualidad, está prohibido en casi toda Europa: salir por la noche a bailar en discotecas abarrotadas e ir de bar en bar hasta el amanecer en una capital (en este caso, Berlín) muy festiva.  

El largometraje, presentado en la sección Playtime de la 12ª edición del Festival de Cine Les Arcs (celebrado online) y dirigido por un cineasta habituado a liderar las taquillas de su país (Men in the City [+lee también:
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), sufrió el impacto del COVID puesto que llegó a registrar 1 millón de entradas vendidas en diez días el pasado mes de febrero antes de que los cines alemanes fuesen obligados a cerrar. Circunstancias excepcionales que no alteran el simple placer de embarcarse en una comedia rocambolesca al máximo de sus capacidades, una “buddy” movie con toques de comedia romántica y de thriller, repleta de un agradable humor satírico en el contexto del “realismo” de una célebre metrópolis multicultural y contemporánea. 

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“Cuando mi jefe escucha la expresión ‘mundo de la noche’, interpreta lavado de dinero, drogas, violencia”. Milo (Elyas M’Barek) y el fiestero Renzo (Frederick Lau), barman de profesión, quieren abrir su propia discoteca, pero el banco les deniega los 100.000 euros de préstamo que necesitan, a pesar de sus esfuerzos por ganarse el beneplácito de su asesor, el tímido y amable Heiko (Leon Ullrich). Al mismo tiempo, la atractiva y romántica Sandra, apodada Sunny (Palina Rojinski), sufre una gran decepción amorosa y se prepara para un último fin de semana de fiesta con sus amigas antes de cambiar Berlín por Atlanta, ya que ha sido ascendida por el sello musical donde trabaja. Pero su camino se cruza con el de Milo debido a un flechazo que se verá entorpecido por los contratiempos de Renzo. A este último le roban el coche (y tres kilos de cocaína) que había aceptado escoltar (recayendo en errores del pasado) para reunir el dinero necesario para el proyecto de la discoteca. Los peligrosos socios rusos están muy enfadados y le dan 24 horas a Renzo y a Milo para entregarles la droga o 150.000 euros. Un ultimátum que causa otra muy mala decisión de Renzo y la entrada en escena de un segundo grupo de criminales locales, tan violentos y furibundos como sus homólogos rusos. Acorralados en la noche berlinesa, nuestros dos héroes intentan salvar su pellejo, pero Milo no ha renunciado a concretar su idilio en curso con Sandra… 

Nightlife, cuyo ritmo está marcado por múltiples persecuciones (en el campo y en la ciudad), avanza a golpe de tambor con un estilo abiertamente lúdico, que da un giro irónico a los clichés del cine adulto de mafiosos y a películas de aventuras para niños que adoran disfrazarse (los piratas, la princesa, la fantasía heróica), usando todos los recursos modernos (las derivas Instagram, la respiración de los parques y de los bosques, las salidas nocturnas intensas, etc.), la topografía y el ambiente animado del Berlín nocturno. La película, llevada a cabo por dos excelentes actores principales masculinos y personajes secundarios excéntricos, no pretende ser algo distinto de lo que es: un entretenimiento eficaz que también nos recuerda que en el pasado las personas bailaban en torno al fuego “para reunirse, estar juntos, celebrar la vida”. 

Picture Tree International gestiona las ventas de Nightlife.

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