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BERLINALE 2021 Generation

Crítica: Stop-Zemlia

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- BERLINALE 2021: El ambicioso primer largo de la ucraniana Kateryna Gornostai sumerge al espectador en el mundo adolescente de sus personajes, interpretados por jóvenes no profesionales

Crítica: Stop-Zemlia
Maria Fedorchenko, Arsenii Markov y Yana Isaienko en Stop-Zemlia (© Oleksander Roshchyn)

En su primera película, la directora ucraniana Kateryna Gornostai despliega una ambición poco habitual en una recién llegada, tanto por el alcance del metraje como por el enfoque, y supera la prueba con nota. Tras su estreno mundial en la Generation 14plus de la Berlinale, Stop-Zemlia [+lee también:
tráiler
entrevista: Kateryna Gornostai
ficha de la película
]
teje un convincente mundo de problemas de instituto, preñado de penas y glorias, pero  también de momentos sensibles y oscuros en los que el espectador se sumerge fácilmente.

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La película, más que narrar una historia de principio a fin, presenta todo un mundo que gira alrededor de una historia central. Nuestra heroína es Masha (Maria Fedorchenko), una chica introvertida que queda con otros dos inadaptados, Yana (Yana Isaienko) y Senia (Arsenii Markov).  Al contrario de lo que sucedería en una comedia o drama adolescente al uso, el resto de la clase no representa un contrapunto claro a los tres, y de esta forma no encontramos ni a la típica cheerleader popular del instituto ni al chico más deseado de la fraternidad, tan solo a  unos chavales que pertenecen a un grupo más amplio y más inconformista.

Uno de ellos es Sasha (Oleksandr Ivanov), un atractivo chico del que se queda prendada Masha. Encontramos entonces otro giro en el imaginario colectivo adolescente, ya que la familia de Masha está mejor posicionada. Sasha, por su parte, tiene sus tiranteces con su madre, que es madre soltera. El joven acude a clases de piano (mientras que Masha practica badminton), si bien lo que traspasa la pantalla es que lo hace únicamente para darle el gusto a su madre al menos en una cosa.

Masha no se lanza directamente por Sasha. En su lugar, la directora compone una serie de escenas ambientadas en el mundo adolescente: dos chicas burlándose de un joven durante el recreo y tirando su aperitivo por la ventana, la clase al completo acudiendo a un museo de astronomía o nuestros tres protagonistas durmiendo juntos mientras el resto de la clase participa en una gran fiesta no exenta de hierba y alcohol organizada en un piso de nuevos ricos, donde todos juegan al “stop-zemlia”, una especie de juego de la gallinita ciega.

A lo largo de la historia, Masha chatea en Instagram con un misterioso chico, con la vaga esperanza de que se trate de Sasha. Indudablemente los teléfonos móviles están presentes en todo el metraje, y el espectador conoce el universo de los distintos personajes a través de los típicos gustos adolescentes. No obstante también encontramos momentos oscuros y dolorosos, como por ejemplo cuando Senia se da cuenta de que sufre un trauma por haber vivido en una zona de guerra, algo de lo que no era consciente.

Ninguno de los jóvenes sufre acoso, al menos explícitamente, pero llegamos a conocer mejor a un chico muy inseguro a través de unas pistas visuales muy sutiles y de unas entrevistas en primer plano, tipo documental, que jalonan este largo tan fluido. En dichas entrevistas, los personajes hablan sobre sus esperanzas y sus miedos, sobre qué piensan del amor, de la amistad y de la familia… ¿o acaso se trata de entrevistas concedidas por los propios actores? Este solapamiento tiene su razón de ser en el proceso de casting que llevó a cabo Gornostai, en el que seleccionó a veinticinco jóvenes que no se conocían entre ellos antes del rodaje. Gornostai fue improvisando gran parte del diálogo a partir de un guion básico en el que se describían las distintas situaciones.

Se trata de un largo tremendamente immersivo que cuenta con un diseño y un vestuario cuidados al detalle, al tiempo que la cámara en mano de Oleksandr Roschyn nos coloca en medio de los jóvenes cuando estos bajan la calle o en la clase cuando organizan una batalla de gallos. La apacible y palpitante partitura de Maryana Klochko se abre camino fácilmente y, a través de un juego infantil trufado de tintineo de campanas, nos recuerda lo cerca que siguen estando de la niñez los personajes.

Stop-Zemlia cuenta con la producción de ESSE Production House, con sede en Kiev, y sus derechos internacionales los gestiona la alemana Pluto Film.

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(Traducción del inglés por Marcos Randulfe)

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