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CINÉMA DU RÉEL 2021

Crítica: Désir d’une île

por 

- Un encantador primer largo que se adentra en un lugar vacacional de rusos emigrados a raíz de la revolución de 1917 en las Landas francesas para hablar del exilio en pasado y presente

Crítica: Désir d’une île

“Oscura es la noche. Sólo las balas silban en la estepa. Sólo el viento susurra entre los cables, sólo las estrellas brillan en el cielo. Oscura es la noche, pero yo sé, mi amor, que tú estás mirando. Y que junto a la cuna enjugas una lágrima en secreto”. Esta canción conmovedora, que interpretó por primera vez Marc Bernes en 1943, en la película soviética Deux combattants, de Leonid Loukov, es evocada una noche por Nikita Makarova, uno de los protagonistas de Désir d’une île [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, el primer largometraje documental de Laetitia Farkas, una bonita sorpresa en la competición francesa del 43º Festival Cinéma du réel. Estamos en julio de 2018, en Francia, en Hossegor, Landas, pero el espíritu ruso ha poseído el lugar (y la película): “Este pequeño vodka es magnífico, pasa solo, ¡así es la vida! Cuando bebes un vodka con alguien, comprendes enseguida su perspectiva”.

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El campamento de verano de Sokol, fundado en el sudoeste de Francia hace más de medio siglo, en un sotobosque que mezcla pinos y abedules, hace mucho más que destilar vagas reminiscencias rusas para familias rusas exiliadas desde hace mucho tiempo en Francia. Bungalós que parecen isbás, televisión conectada a las noticias de Rusia 24, menús de plov, kasha, arenque, borscht con blintzs de pollo, pirojkis de manzana para el postre, sin olvidar los zakouskis por las noches, cuando las rondas de vodka liberan las lenguas y los bailes al ritmo de violines y balalaicas. No lejos de allí se encuentran la playa, el oleaje, las grandes olas del Atlántico y el surf. Un pequeño archipiélago estival mecido por el canto de las cigarras, donde una campana anuncia la hora de la comida y donde los niños juegan en libertad bajo la mirada de sus padres y abuelos.  

Désir d’une île, puesto de observación de una pequeña comunidad fluida (como suelen ser los establecimientos vacacionales) y fiel a sus raíces culturales, se centra en una familia. El viejo abuelo cuya salud se debilita, su esposa Galina, los hermanastros Nikita y Maxime, y el joven Tibor, que salta sin parar por el campamento y sus alrededores; tres generaciones de un linaje de “rusos blancos” (sus mayores tomaron el camino del exilio después de la revolución bolchevique de 1917) que sirven de hilo conductor a una inmersión cinematográfica afectiva e intuitiva, que mezcla presente y pasado. Y cuando Nikita debe asistir a una competición de surf en Kaliningrado, una preocupación histórica se apodera del clan…

Mediante la alternancia de secuencias familiares muy intimistas en un estilo “crudo” y de respiraciones grandes, hermosas y atmosféricas (ralentí, estética sensible) en el estruendo de las olas, Laetitia Farkas no sólo consigue esbozar retratos entrañables, sino también expresar este estado de ánimo casi indescriptible que mezcla el amor profundo por la patria y la melancolía a flor de piel característicos del exilio, y que se impregnan a lo largo del tiempo. Un sentimiento complejo que la directora en ningún momento pretende hacer explicativo (excepto a través de algunas imágenes de archivo), y que aporta a Désir d’une île un lado inconexo que también forma parte de su encanto, envuelto en una excelente música compuesta por Nihil Bordures.

Désir d’une île ha sido producida por Juliette Cazanave para Kepler22 Productions.

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(Traducción del francés)

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