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SXSW 2021

Crítica: Sound of Violence

por 

- En su primer largometraje como director, el finlandés Alex Noyer casi consigue un cruce perfecto entre estudio de personaje y película de terror sobrenatural y gore

Crítica: Sound of Violence
Jasmin Savoy Brown en Sound of Violence

Para su obra maestra de 1995, Outside, David Bowie elaboró el concepto del asesinato como obra de arte.  En su primer largometraje como director, Sound of Violence [+lee también:
tráiler
entrevista: Alex Noyer
ficha de la película
]
, estrenado en la sección Midnighters del SXSW, el director y productor finlandés Alex Noyer convierte la música en violencia y la violencia en música, y consigue una combinación perfecta entre un estudio de personaje y una película de terror sobrenatural y sangrienta.

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La película empieza en 2002, cuando nuestra (anti) héroe, Alexis (interpretada en la niñez por Kamia Benge, y en la edad adulta por Jasmin Savoy Brown, de Leftovers), que perdió la audición en un accidente, ve a su padre, un veterano que padece un trastorno de estrés postraumático, matar a su madre con un cuchillo de carnicero. Mientras él sigue cortando, ella va a la cocina y vuelve con un mazo. Golpea a su padre en la cabeza y experimenta una explosión de colores y sonidos (y recupera la audición).

Pasan 18 años y Alexis se dedica a la música experimental, es DJ y profesora de música en un colegio. Vive con su compañera de piso, Marie (Lili Simmons), en una ciudad de Estados Unidos no especificada y todavía conserva algunos recuerdos de la casa familiar en un SUV aparcado en un garaje junto a varios equipos de música.

Aunque su tarifa como DJ es estándar, Alexis hace un tipo de música electrónica pesada e industrial. Como Noyer intenta que cada escena violenta sea más intensa que la anterior, la película empieza con una escena bastante monótona: Marie y Alexis visitan a una dominatrix BDSM para grabar el sonido de una sesión con un cliente. Como la mujer grita cada vez más con cada azote, Alexis se entusiasma y pide más y más alto.

La sensación que busca Alexis no está muy clara: no es sexual, pero cuando consigue el sonido que cree que necesita, Noyer la rodea de luces y colores que se mueven a su ritmo, mientras la expresión de su rostro refleja pura felicidad. En una escena anterior, Alexis pone a un indigente en un aparato conectado a un procesador de sonido y a una caja de ritmos, y al tocarlo, la víctima es golpeada por martillos y apuñalada por cuchillos. Ella graba los sonidos y después los usa en su música.  

No estropearemos los fragmentos violentos más creativos que vienen a continuación, ya que es cuando mejor funciona la película. El estudio del personaje de Alexis resulta complicado para Noyer porque no es fácil hacer que el público se identifique con una asesina en serie. No es fácil, a pesar del trauma infantil, pero, al final, Noyer consigue presentarla de una forma relativamente satisfactoria.

A pesar de contar con un presupuesto bajo, la película está muy bien lograda gracias a los sólidos efectos visuales de Robert Bravo, el conocimiento de la directora de fotografía Daphne Qin Wu sobre lo que queda bien en la pantalla y lo que es mejor evitar, y el diseño de sonido y la edición, supervisado por Jussi Tegelman: los diferentes sonidos que emite el cuerpo al ser herido y la sangre cuando sale a chorros o salpica el entorno son viscerales e incómodos.

Por otro lado, la edición, llevada a cabo por Hannu Aukia y Vertti Virkajärvi, a veces parece muy agitada, y el reparto no siempre es excelente, a pesar de la muy acertada elección de la actriz protagonista.

Sound of Violence es una coproducción entre la compañía finlandesa No-Office y la estadounidense You Know Films.

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(Traducción del inglés)

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