28/06/2021 - La película del griego Christos Barbas, un agradable visionado con un mensaje humanista, retrata dos meses en una residencia para ancianos durante el confinamiento de la primera ola de la pandemia

Durante la primera ola de la pandemia de COVID-19, una residencia de ancianos de Agios Stefanos, en el norte de Atenas, fue confinada durante dos meses. El personal se hizo pruebas y se confinó con los residentes para asegurar una cuarentena infalible para el segmento más vulnerable de la población. Tres semanas antes de finalizar la cuarentena, el director Christos Barbas y el director de fotografía Michalis Geranios se unieron a ellos para documentar el primer caso conocido a nivel mundial en Through the Window Glass [+lee también:
tráiler
ficha de la película], un documental que acaba de estrenarse en el Festival de Documentales de Tesalónica.

En una combinación de observación y entrevistas al personal y a los residentes, Barbas detalla los temas principales de estas instituciones: cómo percibimos la vejez y cómo la vivimos; y cómo los médicos, enfermeros y demás personal trabajan en circunstancias normales y extraordinarias.  

Esta particular residencia de ancianos es mejor que otros establecimientos similares. Está limpia, la han reformado hace poco, está bien equipada y el personal es amable con los pacientes. Como dice una enfermera, durante este periodo se han convertido en una familia, algo que, de alguna manera, compensa el hecho de estar tanto tiempo alejada de su verdadera familia. En una escena, donde vemos a las enfermeras descansando, muchas de ellas parecen estar de acuerdo en que se sienten mejor aquí que en el exterior. La libertad de la vida normal se ha interrumpido de una forma tan abrupta por las medidas relacionadas con la pandemia que les resulta liberador estar en un entorno intencionalmente limitado: al menos, aquí sabes por qué estás aislado.

Un gerontólogo del equipo explica por qué vemos la vejez de forma equivocada. Los ancianos no son “los otros”, somos nosotros dentro de varias décadas. Requieren más que comer, dormir y estar limpios; y que sean viejos no significa que no tengan otras necesidades como todos nosotros. En una escena bastante alegre, los residentes tienen la oportunidad de viajar a las islas o a su ciudad natal mediante cascos de realidad virtual.

Los pacientes son presentados de la forma más digna posible, mientras hacen sus ejercicios físicos y mentales diarios, o hablan de sus películas favoritas, de música o de sus vidas. “Yo pienso que, a esta edad, sólo hay pasado, no presente”, dice una anciana muy lúcida. Cuando le recuerdan que sigue aquí, está de acuerdo, pero sus ojos revelan una melancolía que ella conoce muy bien. Uno de los residentes era vendedor de Lamborghini, otro trabajaba en control del tráfico aéreo, y aunque no son los mismos de antes, se podría decir que su espíritu está muy vivo.  

Cuando vienen sus familias, los visitantes se quedan al otro lado de la ventana y hablan por teléfono (en otro momento, el personal abre la puerta y mantiene dos metros de distancia entre ellos). Cuando ponen las manos en el cristal para “tocarse”, el espectador no podrá evitar emocionarse.

Through the Window Glass, un concepto bien pensado y ejecutado, es sentimental, pero no empalagosa. Si hay una película en la que encaja un solo de piano (compuesto por el propio director) es este documental pequeño y modesto. Es una película disfrutable y con un mensaje humano que consigue un buen balance entre sus temas y sus protagonistas. Ha sido producida por la compañía griega Timeline Productions.

(Traducción del inglés)