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CANNES 2021 Competición

Crítica: Un amor intranquilo

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- CANNES 2021: Joachim Lafosse vuelve a su cine íntimo, auscultando la trayectoria de una pareja separada por la enfermedad, cuando uno de ellos parece ausentarse y el otro involucrarse demasiado

Crítica: Un amor intranquilo
Leïla Bekhti y Damien Bonnard en Un amor intranquilo

Todo empieza con una desaparición, una ausencia. Leïla (Leïla Bekhti) duerme en la playa, mientras Damien (Damien Bonnard) abandona el barco pilotado por su hijo y se hace a la mar. Empieza con una fusión, un hombre y una mujer que bailan como si hicieran el amor. Empieza con un desequilibrio. 

“Yo no voy a aguantar, estoy cansada”. Leïla ve la crisis maniática que se instala poco a poco, los cambios de humor, los excesos, el entusiasmo loco, el desbordamiento. Damien huye cada día un poco más hasta ausentarse de la pareja. Los límites ya no tienen sentido, la vida le parece demasiado íntima. Él implosiona mientras su pareja explota, bajo la mirada de su hijo, de sus amigos, de su familia.

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Damien desfallece. Una vez más. Pero Leïla alcanza sus propios límites, y ya no puede combinar los roles de amante, esposa, madre, enfermera. Quiere ser vista, ser mirada de nuevo. Cuando intenta apoyarse en Damien, él se retira, literalmente. Ella debe ser fuerte por los dos. Y comprende que, sin emancipación, no hay salud. La ausencia de Damien en la pareja la lleva al borde del abismo, empieza a retorcerse en su tumba.

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, Joachim Lafosse se preguntaba: ¿Qué queda de nuestros amores? Con Un amor intranquilo [+lee también:
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, presentada en competición en el 74º Festival de Cannes, explora el posible encuentro amoroso, el verdadero, el que supera los terremotos, que supera la incapacidad del otro para corresponder como esperábamos en todos los sentidos.

Si Damien no puede curarse, ¿puede, al menos, cambiar? ¿El amor se disuelve en la enfermedad? ¿El arte es una locura? Uno de los grandes éxitos de Un amor intranquilo es plantear preguntas teóricas y universales encarnadas por Bekhti y Bonnard, impresionantes en precisión y sinceridad en esta partitura de lo íntimo. Es un trabajo de orfebrería, en torno a una pareja rota, deteriorada, fisurada por la enfermedad, pero que como en el arte japonés del Kintsugi, podría ser sublimada destacando la grieta en una línea de oro. Como si la toma de consciencia de Leïla y la confesión de Damien pudieran simbolizar la posibilidad de un futuro, de una superación. Como si, también, la escenificación pudiera arreglarlo.

La película también se detiene en la figura del pintor, abrazando su compromiso físico: observamos a Damien muy de cerca, el punto se hace y se deshace, lo escuchamos, su respiración, sus pasos delante del caballete, las caricias del pincel sobre el lienzo. Unos instantes después vemos a Leïla, que se pierde voluptuosamente en la pista de baile, como para encontrarse mejor. Allí también la observamos más de cerca, la escuchamos respirar, soplar. Dejarse llevar hasta no poder más, mantenerse en pie por y para ella misma. Quizás la clave reside en esta libertad descubierta.  

Con Un amor intranquilo, su noveno largometraje, Joachim Lafosse ha actualizado casi por completo sus equipos de producción y de difusión. La película ha sido producida por Stenola Productions (Bélgica) y coproducida por Samsa Production (Luxemburgo), KG Production (Francia) y Prime Time (Bélgica). Luxbox gestiona las ventas internacionales.   

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(Traducción del francés)

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