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CANNES 2021 Cannes Première

Crítica: Vortex

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- CANNES 2021: Esta cinta minimalista y tranquila sobre la muerte y el duelo, con apenas tres personajes, es una agradable sorpresa dirigida por Gaspar Noé, ni más ni menos

Crítica: Vortex
Dario Argento y Françoise Lebrun en Vortex

Un aplauso para Gaspar Noé, por favor. A medida que avanza la historia del cine, año tras año, incluso los mejores directores en activo parecen verse afectados por un tipo particular de ansiedad relacionada con sus influencias. Noé tiene las suyas (a veces las destaca claramente mediante textos en pantalla) pero cada vez que se expresa, hay un impulso por reinventar lo que el cine puede hacer a nivel formal, y cómo la elasticidad del medio puede mejorar nuestra comprensión de muchos temas. Ha pasado por el sexo, el crimen, la danza y, con Vortex [+lee también:
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, la muerte. Más concretamente, las muertes solitarias y dolorosas que padecen las personas mayores en el "mundo desarrollado". En este caso, al igual que con Amor [+lee también:
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de Michael Haneke, el cineasta examina cómo el amor se sobrepone y se enfrenta al gran punto final de la vida. La película ha tenido su estreno en la sección Cannes Première (de forma contraintuitiva, pero muy apropiada, en una proyección que comenzó al filo de la medianoche).

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Mientras que Haneke contaba con dos célebres actores franceses (Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant) para representar su apasionante obra, las elecciones de Noé para el reparto aportan un mayor sentido de naturalismo y cotidianidad. La pareja que sufre, cuyos nombres reales no se especifican en la película, son Dario Argento, el maestro del giallo (poco conocido por sus interpretaciones en pantalla), y Françoise Lebrun, famosa por haber comenzado como actriz no profesional en La mamá y la puta, dirigida por su amante Jean Eustache. De forma inteligente y original, Noé tampoco intenta evocar las relaciones fílmicas de sus actores, salvo por el hecho de que el personaje de Argento sí trabajó como crítico de cine profesional antes de triunfar como autor.

El cine es una brillante herramienta de disociación: con madurez y un asombroso sentido del gusto, Noé utiliza el simple recurso formal de una pantalla dividida para representar esta lucha al final de la vida. Mediante un ratio de encuadre de 2,35:1, cada actor ocupa su propio punto de vista en la pantalla, con un espacio negro en el medio (como una especie de cámara de vigilancia celestial). Al principio, el personaje de Argento es más autosuficiente, capaz de seguir adelante con una de sus obras: un libro ambicioso sobre la relación entre el cine y el inconsciente. El personaje de Lebrun, ex-psiquiatra y analista, debe enfrentarse a la dramática ironía de que su mente sucumba por completo a la demencia. Simular los síntomas de una enfermedad neurodegenerativa requiere de una interpretación convincente y arriesgada, pero la actriz ofrece un trabajo solvente.

La pareja tiene un hijo, Stéphane (interpretado por Alex Lutz, famoso por sus papeles de comedia), quien les suplica que se muden a una residencia, y es evidente que lo hace con la mejor de las intenciones (no se trata de una táctica para encerrarlos y librarse de sus responsabilidades). Sería injusto revelar más sobre la trama, pero podemos observar que Noé ha construido una dialéctica dramática muy particular: ¿qué sobrevivirá de esta relación, la mente o el corazón, la catástrofe o el sentido práctico?

En este caso, la violencia es siempre interna, la angustia siempre interior, pero la gracia es permanente. Podríamos hacer comparaciones literarias, principalmente con la obsesión de Beckett por los dispositivos de grabación y la repetición, pero las últimas palabras del Hamlet de Shakespeare son las que más resuenan: "El resto es silencio". Las primeras palabras de Argento y Lebrun en la película, sentados en la terraza de un bohemio ático parisino, parecen las elocuentes palabras de un gran dramaturgo, e incluso recuerdan a la tercera temporada de Twin Peaks:
"La vida es un sueño, ¿no?"
"Sí, un sueño dentro de un sueño".

Vortex es una coproducción entre Francia, Bélgica y Mónaco, producida por Rectangle Productions, Wild Bunch Production, Les Cinémas de la Zone, KNM, Artémis Productions, SRAB Films, Les Films Velvet y Kallouche Cinéma. Wild Bunch International se encarga de las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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