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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Luxemburgo

Crítica: La cumbre de los dioses

por 

- Patrick Imbert firma una formidable adaptación del manga de Jirô Taniguchi y Baku Yumemakura, entremezclando una búsqueda del extremo absoluto y una fascinante investigación

Crítica: La cumbre de los dioses

“No podemos impedir que los demás hagan lo que quieran, aunque no tenga sentido o sea peligroso”. En las altitudes, allí donde el oxígeno escasea en el frío glacial, en medio de las pendientes más abruptas del mundo, el ser humano se adentra en una zona de supervivencia donde paradójicamente los aventureros más apasionados y los más temerarios sienten vibrar sus vidas al ritmo de las fuerzas de la naturaleza. En este universo fuera de lo común de los alpinistas solitarios que siempre intentan superar sus límites, con sus códigos, sus desafíos y sus dramas se sumerge La cumbre de los dioses [+lee también:
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, de Patrick Imbert, una película estrenada en la sección Cinéma de la plage del Festival de Cannes, que Wild Bunch lanza mañana en los cines franceses y que demuestra con una impactante maestría que una ambiciosa obra de animación (tanto en el fondo como en la forma) puede llegar perfectamente a todos los públicos sin alterar forzosamente su argumento para adaptarse a los espectadores más jóvenes.  

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Patrick Imbert (César 2018 a la Mejor película de animación por su primer largometraje, El malvado zorro feroz… [+lee también:
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), que ha firma el guion junto a Magali Pouzol y Jean-Charles Ostorero, apuntaba muy alto al adaptar el excelente manga culto de los japoneses Jirô Taniguchi y Baku Yumemakura, pero, con la misma voluntad de hierro de los protagonistas de su película y después muchos años de producción (ver la entrevista a los productores en 2016), el cineasta consiguió su arriesgado objetivo. 

De Katmandú a Tokio, pasando por la escalada de la peligrosa pared de hielo de Dalles des démon y por el tríptico de las grandes caras norte de los Alpes, en invierno y en solitario (Eiger, Cervino y Grandes Jorasses), hasta Graal de los 8849 metros del Everest (por su acceso sudoeste, el más duro), La cumbre de los dioses sigue el camino de dos personajes obsesivos: el fotoperiodista apasionado de la alta montaña Fukamachi y el alpinista superdotado Habu Jôji. A la vuelta de un callejón en Nepal, el primero cree reconocer al segundo, que lleva varios años desaparecido. El hilo que los unirá es un misterio que puede revolucionar la historia de la conquista del techo del mundo: ¿y si el Everest fue conquistado en 1924 (y no en 1953) por George Mallory y Andrew Irvine? Una pequeña Kodak Vest Pocket podría contener la prueba y por eso, Fukamachi debe dar con Habu Jôji y enterarse de por qué ha desaparecido voluntariamente. 

La película, que alterna las historias de las dos trayectorias, la investigación del periodista y (en flashback) las etapas determinantes de la búsqueda absolutista del montañés, antes de conectarlas en una parte final que corta el aliento, teje una trama interesante repleta de detalles fascinantes de la vida cotidiana de esos atletas artesanos de lo extremo que son los alpinistas de las altitudes. Una inmersión muy física donde reinan la superación mental y una forma de existencialismo filosófico enfrentados a la fuerza bruta de la naturaleza en su belleza más pura y sus peligros más exacerbados, que reconstruye de forma espectacular una película en dos dimensiones muy bien trabajada y una banda sonora excepcional (del silencio a los rugidos amenazantes). Un conjunto de cualidades que coloca a La cumbre de los dioses en el cruce ideal entre la animación de la fibra artística, la accesibilidad de todos los públicos y un “entretenimiento” inteligente y exigente.

La cumbre de los dioses, producida por Julianne Films, Folivari y la luxemburguesa Mélusine Productions, ha sido vendida por Wild Bunch International a Netflix, que la distribuirá el 30 de noviembre en todo el mundo, excepto en Francia, en Benelux, en Japón, en Corea del Sur y en China.

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(Traducción del francés)

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