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LONDRES 2021

Crítica: Dashcam

por 

- La nueva y deliberadamente absurda cinta de terror de Rob Savage sigue a una vloguera rapera y negacionista del covid de Los Ángeles que retransmite en directo su batalla contra un misterioso demonio

Crítica: Dashcam

Annie Hardy, cantante grunge de Los Ángeles convertida en vloguera, es toda una personaja. Si los confinamientos obligatorios de 2020 parecían una espeluznante preparación para un futuro a lo Mad Max, Hardy vaga por las calles desiertas en su SUV trucado, rapeando freestyle y gritando invectivas conspirativas a los transeúntes; para colmo, pocos son los seguidores de sus directos que no se acaban desconectando. En Dashcam [+lee también:
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, la nueva y lograda película de Rob Savage, la estrella emergente del cine de terror, Hardy interpreta a una versión más intensa y pro‑Trump de sí misma, que se harta del rollito “woke” y el exceso de cautela con el covid que ve en Los Ángeles y cruza el charco para hacer estragos en Londres. Lo que haría cualquier creativo autónomo que teletrabaje, vamos. Esta película, que no da especial miedo pero sí impacta, se presentó en el TIFF y después en el BFI de Londres, donde tuvo una mejor acogida por parte de la crítica.

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Generalmente, el terror tiene libertad para lucirse visualmente, por lo que la subcategoría de “material encontrado” suele parecer poco lógica, casi una excusa de los cineastas para esforzarse menos. Pero en esta década de 2020 mucha gente tiene al menos dos dispositivos de alta definición, algunos de los cuales graban vídeo en 4K y resoluciones mayores, logrando técnicamente la misma calidad de imagen que muchos éxitos de Hollywood. En contraste con la mayoría de las películas nuevas, Dashcam tiene la inmediatez de un tuit recién publicado y parece inusualmente integrada en el zeitgeist de cómo consumimos –especialmente las generaciones más jóvenes– las imágenes y la información en un mundo en el que los bocachanclas desinformados como Annie son los nuevos presentadores de noticias y Twitch.tv es la nueva CNN.

Savage (que en inglés significa “salvaje, violento”; qué buen apellido para un director de pelis de terror) utiliza para sus fines un juego ficticio llamado “Mad Libs” donde un demonio vengativo de un misterioso ritual tiende una emboscada a la contemporánea protagonista. El directo es “hackeado” y Annie se convierte en una especie de personaje de videojuego en tercera persona que se enfrenta a un “jefe final”. Una vez en Londres, le roba las llaves del coche a su ex compañero de grupo Stretch (Amar Chadha-Patel) y acepta un encargo del trabajo secundario de él como repartidor solo para echarse unas risas —o “por los lols”, como dirían los fans de Annie en los comentarios de sus directos—. Llega a un kebab decrépito y se atreve a hacer una buena acción: llevar al hospital a Angela (Angela Enahoro), una mujer enferma —no se sabe de qué— que está allí. Cuando Angela se pone a vomitar un líquido amarillo pestilente, Annie comienza una pelea fatídica con ella, jaleada por los seguidores de su directo, que son cada vez más. Mientras, la imperturbable y defectuosa cámara del salpicadero (“dashcam” en inglés, que da nombre a la cinta) lo capta todo, sin interrupciones.

Savage quiere hacer sufrir un poquito a sus espectadores y convertir su segunda película en una prueba de resistencia, en el sentido más positivo y cinematográfico de la palabra. El coche, por supuesto, acaba volcando; se sacude violentamente —al igual que la cámara acoplada— para que el público sienta un mareo colectivo. Pese a su resolución de imagen y su sensibilidad con poca luz, el objetivo de la dashcam es bastante rudimentario, por lo que los objetos a cierta distancia no se ven bien. ¿Estamos ante una película experimental, de esas que ponen en salas más pequeñas al final del pasillo donde proyectan las pelis del género en los festivales de cine? La inteligencia y conciencia de sí mismo de Savage —tras la sesión espiritista por Zoom de Host [+lee también:
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— con estas apps de vídeo generalizadas hacen pensar que sí.

Dashcam es una coproducción británica y estadounidense de Blumhouse Productions y Shadowhouse Films.

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(Traducción del inglés por Sara Hernández Pozuelo)

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