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IFFR 2022 Competición Tiger

Crítica: Yamabuki

por 

- En el relato sobre la vida en un pueblo japonés de Juichiro Yamasaki se entrecruzan vidas difíciles y se acumulan argumentos poco convincentes

Crítica: Yamabuki
Kilala Inori en Yamabuki

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tienen el propósito de ofrecernos una claridad exhaustiva, la habilidad de sacarnos de una trama clave y transportarnos a otro hilo que existe independientemente de su influencia, al tiempo que nos ofrece una perspectiva más amplia de las intenciones del autor. Por esto mismo, filmarla en 16mm fue una decisión tanto excéntrica como intrigante, envolviendo la mayoría de los encuadres en una bruma granular y distorsionada, como si espiáramos a través de gafas de cristales empañados. En este film melancólico, pero a veces monótono, el penetrante sentido de comprensión que el cineasta Juichiro Yamasaki persigue se ve menguado por sus elecciones de tono y ritmo, y por el hecho de que cada nueva imagen (a pesar de su arrulladora belleza en grises) nos aleja en lugar de atraernos. El film se estrenó en la Competición Tiger durante el recientemente concluido IFFR en formato virtual.

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Yamabuki nos llega desde un lugar sincero y honesto, lleno de detalles bien observados sobre esta específica, remota parte del sur de Japón (donde Yamasaki además vive, ganándose la vida principalmente como agricultor) y sobre los conflictos socio-económicos que sus personajes abordan. Su enfoque se divide entre dos personajes principales: Chang-su (Kang Yoon-soo) es un excampeón olímpico ecuestre surcoreano, que se ve forzado a cruzar el mar para ganarse la vida como ingeniero en una cantera; y la titular Yamabuki (Kilala Inori) es una estudiante de secundaria que lidera protestas silenciosas en el centro de su localidad sobre las políticas de inmigración y reclutamiento en Japón. El guión de Yamasaki alterna erráticamente entre estas dos prometedoras tramas, a veces incorporando numerosas complicaciones melodramáticas (sobre todo en el hilo de Chang-su), cuando la mera observación de sus vidas y tribulaciones es perfectamente interesante por sí misma.

A señalar, hay dos repentinas coincidencias que entrañan accidentes de montaña y que afectan al padre policía de Tamabuki, Hayakawa (Yohta Kawase), de refilón, y a Chang-su de pleno. Hayakawa, fuera de servicio, busca erráticamente la rara flor de Yamabuki, que florece cada primavera en la ladera de la montaña; al tirar de ella de raíz, causa una avalancha rocosa que aplasta la camioneta de Chang-su según vuelve a casa del trabajo. El agonizantemente lento transcurso de esas rocas en su descenso por la pendiente, capturado con una extrañamente generosa cantidad de metraje, tiene accidentalmente un efecto cómico, un poco como la persecución de cantos rodados en Siete Ocasiones de Buster Keaton, que sigue siendo bastante graciosa para ser de 1925.

El arco dramático del personaje de Yamabuki es más cul-de-sac que cordillera,  mostrando su intrigante activismo, un poco a la Greta Thunberg, pero sin ganar pathos alguno de la cara de poker de Inori en su (aún así motivada) interpretación. Principalmente tiene un efecto retórico: como la planta que surge de una grieta en la roca, representa algo del futuro para Yamasaki, mientras su contrapartida más mayor, Chang-su, tiene que sobrellevar su precaria existencia como trabajador inmigrante rechazado. Yamabuki ofrece notas de gracia empáticas y un ensayo fotográfico de un cierto tipo de declive regional de mano de alguien que conoce la historia de primera mano, en lugar de un urbanita recién llegado a la zona. Pero su ira requiere ser más articulada para impactarnos más, y definitivamente necesita explotar más el contexto de la cantera que está ayudando a construir estadios en Tokyo para las Olimpiadas del año pasado, con el exatleta Chang-su contribuyendo menos de lo que hubiese soñado.

Yamabuki es una producción franco-japonesa, llevada a cabo por Film Union Maniwa y Survivance.

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(Traducción del inglés por Angélica Ramos)

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