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CANNES 2022 Quincena de los Realizadores

Crítica: Ashkal, los crímenes de Túnez

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- CANNES 2022: El pensativo thriller de Youssef Chebbi se articula alrededor de misteriosas autoinmolaciones en una comunidad de viviendas sociales tunecinas asociada con el régimen prerrevolucionario

Crítica: Ashkal, los crímenes de Túnez
Fatma Oussaifi en Ashkal, los crímenes de Túnez

Si hubiera que generalizar sobre cuál es la diferencia entre un trabajo policíaco-de misterio estrenado en un festival como el de Cannes y uno que se proyecta en una plataforma de streaming o en la televisión tradicional, uno diría que la diferencia está en su actitud hacia el cierre. Si nos fijamos en el cine de la Nueva Ola, como Blow-Up (Deseo de una mañana de verano) y El Reportero, de Antonioni, o incluso Zodiac, de David Fincher (cuyo estreno en Europa tuvo lugar en Cannes en 2007), la opacidad y el espacio para la interpretación del espectador que son comunes al cine de arte y ensayo, y las convenciones de los thrillers encajan a la perfección, como la ginebra y el vermú.

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, el segundo largometraje del prometedor director turco Youssef Chebbi, que se proyectó en la sección Quincena de los Realizadores de Cannes, contiene elementos de ambas tradiciones. Cocina con paciencia un misterio que no tiene intención de resolver, lo cual está muy bien, pero al mismo tiempo combina esto con un mensaje político airado y desesperado sobre el Túnez posterior a la revolución; desgraciadamente, el constante avance de lo primero empaña la claridad necesaria para que lo Segundo consiga dejar huella.

Chebbi cumple con creces dos requisitos: la creación de imágenes impactantes, principalmente a través de la ubicación privilegiada de la urbanización Jardines de Cartago, y su novedosa forma de abordar el estancamiento político tras la revolución, una forma que bebe del cine de suspense y de ciencia ficción. Sin embargo, desde los primeros minutos de la película, podemos sentir que recurre al cliché con sus dos investigadores, Fatma (Fatma Oussaifi) y Batal (Mohamed Houcine Grayaa). Al igual que los protagonistas de Expediente X o True Detective, persiguen el misterio paranormal del guión, una sucesión de autoinmolaciones en las instalaciones de la urbanización, y lo hacen con un humor pétreo y el ceño fruncido, lo que nos aleja de la urgente realidad sobre la que, por otro lado, se sustenta esta historia.

Los procedimientos policiales también pueden servir como detallados estudios de carácter de los propios investigadores, si bien Chebbi tampoco parece mostrar interés en los pormenores de las vidas de Fatma y Batal, por más que los actores se esfuercen en difuminar los perfiles dibujados en tiza de sus personajes. El padre de Fatma administra lo que se conoce como la Comisión de la Verdad y la Rehabilitación, que se ocupa directamente de la culpa de la policía en la fermentación de los disturbios civiles que encendieron la mecha de la revolución de 2011. Aunque es pertinente, da pie a que sus colegas del cuerpo la tilden de manera condescendiente como “novata” y afirmen que se beneficia del despotismo por al papel de su padre. A pesar del escenario, uno siente que sus compañeros de escena están a punto de murmurar: “A los de asuntos internos no les va a gustar eso”, con un acento neoyorquino de los barrios de la periferia.

Funciona el gran simbolismo que busca Chebbi, y sintoniza con Harka [+lee también:
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, otra película turca elegida para ser vista este año en Cannes, a la hora de preguntarse si sirvió para algo el exitoso traspaso de poder en el país. Pero en la práctica hay una lógica de castillo de naipes (no me refiero al show) o de máquina de Rube Goldberg: un misterioso hombre encapuchado envía de forma anónima vídeos de autoinmolaciones con su móvil a varias personas de la ciudad que tienen sus dificultades cotidianas y sobreviven con bajos salarios (un guardia de seguridad, una niñera…) y a continuación se cita con ellos en las instalaciones de la obra de hormigón y les prende fuego con solo tocarlos. Esto sugiere que quizá esté a punto de producirse un nuevo levantamiento en el país, aunque su estilo, muy de los programas de misterio de la televisión, es una forma algo forzada de transmitirlo.

Ashkal, los crímenes de Túnez es una coproducción entre Francia y Túnez, producida por Supernova Films, Blast Film y Poetik Film. Sus ventas internacionales las gestiona The Party Film Sales.

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(Traducción del inglés por Marcos Randulfe)

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