30/09/2022 - En su ópera prima, María Elorza no solamente construye un bello homenaje a la literatura, sino una personal y lúcida indagación en las posibilidades del cine

“¿Teme usted que el derrumbamiento de su biblioteca lo aplaste mientras duerme? ¿Pone la acumulación de libros en peligro la mera existencia de su familia? ¿Ordena usted los volúmenes por temas, por idiomas, por autor, por fecha de publicación, por formato o siguiendo un criterio por usted solo conocido?”. Con cierto humor, así empieza A los libros y a las mujeres canto [+lee también:
tráiler
entrevista: María Elorza y Marian Fern…
ficha de la película], la ópera primera de María Elorza (cineasta vasca con una ya interesante trayectoria en el corto), Premio de la Juventud en el 70° Festival de San Sebastián, proyectada dentro de la sección New Directors.

Decía Borges que somos personajes habitados por ficciones. Esto es lo que les sucede a los personajes de la película de Elorza, las mujeres a las que la directora da voz para que cuenten sus propias historias. Una mujer que se fractura un dedo ordenando su librería. Otra que tuvo una biblioteca en el asiento trasero de su coche. Otras que recuerdan los poemas que las conmovieron en su juventud. Todas las historias que cuentan hablan de los libros y del universo que los rodea, los lugares que los albergan, las bibliotecas, la música, el cine, la pintura, pero, sobre todo, de su relación con la vida, con nuestras vivencias y percepción del mundo, sobre cómo una cosa incide en la otra y nos convierte en quienes somos.

La familia, la amistad, el amor, el deseo, la condición social, la memoria, el recuerdo, el dolor, la pérdida, las huellas que el paso del tiempo deja en nosotros, la muerte. Desde un estilo sui géneris entre el documental y la ficción, a través del relato de las experiencias de vida de las mujeres a las que da voz, Elorza va hablando con sutileza acerca de la los vínculos de todos estos asuntos humanos con la literatura y la identidad, con la persona que uno termina siendo. Desde el comienzo, se percibe la mirada de la cineasta, su debilidad por lo que habla, los libros, el significado íntimo que para ella tienen. En este caso, su pasión juega a favor de su película. De ella procede la sinceridad de su obra, esa verdad que la recorre, un tono contenido y a la vez apasionado. Con ello, una de sus grandes virtudes reside en que esa manera de ver no solamente está muy presente en las decisiones sobre el fondo, sino también en la forma, qué contar y cómo contarlo. La película de Elorza no solamente constituye un hermoso testimonio sobre literatura y vida, sino una interesante y lúcida exploración en las posibilidades cinematográficas, en las formas de narrar en imágenes. Con libertad e imaginación, a través de los distintos recursos de esta narrativa, de la conjunción de singulares materiales visuales, textuales y sonoros, va construyendo todo un pensamiento cinematográfico, una voz personal –lírica y al tiempo reflexiva– mediante esa confluencia de voces, un espacio de la memoria sentimental donde se enlazan pasado y presente, historia íntima y colectiva, ficción y realidad.

“Nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir”, escribió Joan Didion al inicio de El álbum blanco. A los libros y a las mujeres canto termina siendo un bello y emotivo homenaje a todas esas imágenes que habitan en nosotros, a todos esos relatos escuchados o vividos, ficticios o reales, o mezcla de todo ello, que nos ayudan a vivir. Y también, más allá de lo aparente, una personal indagación en el poder y los significados del cine, en su capacidad de reflejar la vida.

A los libros y a las mujeres canto es una producción de la compañía Txintxua Films.