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BLACK NIGHTS 2022 Competición óperas primas

Crítica: Amusia

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- El primer largo de Marescotti Ruspoli es una obra visualmente refinada, bien interpretada y con un buen trabajo sonoro, cuya trama imprecisa refleja la desorientación de los protagonistas

Crítica: Amusia
Carlotta Gamba en Amusia

¿Qué es la vida sin música? Es una vida de soledad: sin discotecas, conciertos, fiestas ni parques de atracciones; sin bodas, funerales, vestíbulos de hotel ni ascensores. En Amusia [+lee también:
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, el primer largometraje de Marescotti Ruspoli, seleccionado este año en la competición de óperas primas del Festival Black Nights de Tallin, todo esto nos lo explica una guapa veinteañera de ojos azules y mirada atormentada, que no ha bailado en toda su vida, que no ha escuchado nunca la voz de Freddy Mercury ni una canción de Pink Floyd, y que tiene que taparse los oídos cuando le regalan una tarta y le cantan “Cumpleaños Feliz”, para tratar de no volverse loca.

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Livia, la joven protagonista de la película, interpretada por la magnética Carlotta Gamba (America [+lee también:
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), padece amusia (del griego “a-musia”, o “falta de armonía”), una disfunción neurológica que distorsiona los sonidos, haciendo que le resulte imposible escuchar cualquier tipo de música. “La música es mi enemiga”, explica de forma elocuente esta joven que, por una broma del destino, resulta ser hija de un músico egoísta y arrogante (Maurizio Lombardi) que escucha sinfonías sin parar, y cuyos mejores intentos por llevarse bien con Livia (y vivir en armonía bajo el mismo techo) consisten en comprarle los mejores tapones para los oídos que hay en el mercado, “para bloquear los sonidos de la vida moderna”. Mientras tanto, la madre de Livia (Fanny Ardant) es la única que lucha por convencer a la gente de que la enfermedad de su hija es real (una nota en la película, que probablemente se desarrolla en los años ochenta, nos informa de que este síndrome no fue reconocido como tal hasta el año 2000).

Un día, harta de escuchar las notas distorsionadas que emergen del equipo de música de su padre, Livia se marcha de casa. Se refugia en un hotel que alquila habitaciones por horas, el Motel Amour, iluminado por luces de neón, que ofrece pintorescas habitaciones temáticas recomendadas a los huéspedes por el diligente recepcionista Lucio (Giampiero De Concilio), otro veinteañero con heridas sin curar. Estas dos almas solitarias se encuentran y empiezan a pasar tiempo juntos, pero Livia acaba dando un paso hacia delante y dos hacia atrás, ya que Lucio también es DJ en una sala de baile (la película está ambientada en la provincia de Romaña), y la música juega un papel crucial en su vida a nivel emocional, una realidad que evidentemente no puede compartir con Livia. Sin embargo, de repente se abre un camino ante ellos: solo tienen que mantener apagado el reproductor de casetes.

Amusia es una obra etérea, por momentos onírica, visualmente refinada y con buenas interpretaciones, que presenta un impresionante diseño de sonido. Por un lado, su arquitectura, geometría y puntos de fuga sugieren atmósferas metafísicas; por otro, las vastas llanuras, los campos y los restaurantes en la carretera nos recuerdan al Medio Oeste americano (la dirección de fotografía es cortesía de Luca Bigazzi, fiel colaborador de Paolo Sorrentino). Todo esto está acompañado por verdaderos momentos de thriller acústico, como una acertada representación de las distorsiones que experimenta Livia cuando un disco empieza a girar, que se convierten en auténticas pesadillas. En general, la forma prevalece sobre el contenido: el punto débil de la película es su trama, que acaba siendo un tanto vaga y confusa en lo que respecta a las trayectorias y motivaciones de los dos protagonistas, reflejando la condición existencial de Lucio y Livia (“estás más perdido que yo, ¿a dónde vas?”). Con todo, la cinta arroja luz sobre un síndrome poco conocido que, en definitiva, resulta increíblemente fascinante de explorar.

Amusia es una producción de UMI Films en colaboración con RAI Cinema.

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(Traducción del italiano)

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