23/11/2022 - Lo nuevo de Ciaran Creag descubre una importante página de la historia irlandesa, pero varios defectos de técnica y dirección afectan la calidad del resultado final

En 2018, Irlanda pudo implantar finalmente  el derecho al aborto mediante un referéndum. Décadas de batallas y enfrentamientos culminaron en este resultado político tan esperado (y necesario). En 1984, cuando este derecho no era más que un espejismo, tuvieron lugar una serie de acontecimientos trágicos  en Granard, un pequeño pueblo del condado de Longford. Estos hechos se retratan en la nueva película de Ciaran Creagh, Ann [+lee también:
tráiler
entrevista: Ciaran Creagh
ficha de la película], estrenada mundialmente en la competición principal del Festival Black Nights de Tallin.

Una mañana, Ann Lovett (Zara Devlin), una joven de 15 años, se despierta y siente que ese día va a dar a luz a su bebé. Se pone su uniforme, pero en lugar de ir a la escuela, acaba vagando por las calles del pueblo. Víctima de la opresión religiosa de su familia y de la sociedad, Ann no puede evitar entrar en pánico y da a luz a un niño bajo una estatua de la Virgen María en una gruta, cerca de la casa del cura de la congregación local.

Podemos entender fácilmente la urgencia de contar esta historia, ya que se trata de una página importante de la historia de Irlanda y una prueba de lo que pueden provocar la intolerancia y los prejuicios. Sin embargo, la película de Creagh se resiente a causa de varios defectos, que afectan a la calidad del resultado final.

La primera carencia notable tiene que ver con el diseño de producción. Todo el trabajo resulta un tanto irregular, ya que presenta ejemplos de vestuario, vehículos, peinados y accesorios que parecen sacados de los años sesenta y setenta, más que de principios de los ochenta. Entre otros pequeños detalles fuera de lugar, podemos observar a uno de los personajes abriendo un paquete de cigarrillos actual. A mayores, en algunos de los planos más cercanos, el “bebé” se parece demasiado a un muñeco.

El segundo problema principal es el ritmo de la película. El planteamiento es bastante lento y tienen que pasar 40 minutos antes de que las cosas se vuelvan más envolventes. Concretamente, las acciones y los diálogos parecen seguir un enfoque demasiado naturalista, lo que puede llegar a expulsar al espectador y producir un metraje difícil de editar para el montador. De esta forma, surge rápidamente la duda de si un formato corto habría sido una mejor opción para contar esta historia.

Además, la calidad de las interpretaciones es bastante desigual: aunque hay algunos momentos entrañables y bastante emotivos (por ejemplo, cuando los dos padres, interpretados por Eileen Walsh e Ian Beattie, empiezan a darse cuenta de que las cosas van mal y de que su hija puede morir), también observamos lo poco realistas que son los tiempos de reacción después de que dos chicos descubran el cuerpo de la joven, y esto se aplica también a las reacciones de algunos de los otros habitantes del pueblo a los que se encuentran en el camino.

La imagen final de la madre de Ann, con toda su sencillez, tal vez no sea la más original, pero es bastante eficaz y representa con gran acierto el conflicto central entre la religión y la libertad de elección, que se aborda en toda la película. En general, Ann es una historia que debe ser contada y merece ser difundida. Es una obra muy oportuna, teniendo en cuenta cómo algunos países del mundo están negando a sus habitantes un derecho humano tan importante. No obstante, al mismo tiempo, su mediocre “envoltorio” puede decepcionar al público.

Ann es una producción de la irlandesa Hill Sixteen Feature. La alemana Media Luna se encarga de las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)