23/11/2022 - El drama psicológico de Juraj Lehotský es estéticamente elegante pero no consigue llegar hasta lo más profundo del alma de su protagonista, lo que hace de él una experiencia algo fría

El cineasta Juraj Lehotský (Blind Loves [+lee también:
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ficha de la película]), nacido en Bratislava, es uno de los directores competidores en el Gran Premio de este año en el Festival Black Nights de Tallin. Su nueva creación, Plastic Symphony [+lee también:
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ficha de la película], que se estrenó en el certamen estonio, es un drama psicológico con un reparto liderado por la estrella en alza polaca Bartosz Bielenia (Corpus Christi [+lee también:
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ficha de la película]), que se mete en la piel del joven músico con gran talento, Matúš Vrba, quien cuida de su hermano Dávid (Vojtech Zdrazil), que sufre de enanismo.

Pronto descubrimos, que después de dejar la Orquesta Filarmónica de Berlín para ayudar a su madre moribunda, que, para llegar a fin de mes, Matúš toca el contrabajo con su hermano para los turistas que pasean por las calles de Viena. Un día, en un funeral, se encuentra con un antiguo compañero de clase, un dotado violinista (Sabin Tambrea), quien le ofrece la oportunidad de tocar conciertos para la alta sociedad y otras actuaciones lucrativas, lo que le proporciona fama y riqueza de forma rápida.

La calidad técnica de esta película es impecable, ya que presume de la elegante fotografía de Timotej Krizka, el montaje perfeccionado meticulosamente de Radoslav Dubravsky y la música muy acertada, cortesía de Aleš Březina. Sin embargo, a esta película le falta alma, calidez y, sobre todo, una motivación concreta que empuje al espectador a seguir los altibajos de Matúš escena tras escena.

Al principio, los dos hermanos parecen tener una buena relación, pero se empiezan a distanciar poco a poco cuando Matúš se muda a Viena para aceptar la oferta de Albert. Mientras tanto, Matúš quiere tocar y mostrar al mundo su “Plastic Symphony”, pero Albert no se toma su ambición como compositor muy en serio.

Según nos informan las notas de producción, Matúš aprendió a tocar el violonchelo (otro instrumento que toca su personaje) desde cero para representar a este personaje, lo que es digno de admiración. Sin embargo, las ambiciones y pensamientos más íntimos de su personaje principal nos resultan casi todo un misterio, debido a una actuación plana y un guion al que le falta profundizar o proporcionar credibilidad al desarrollo de los personajes. Esto es evidente, sobre todo, en el último tercio de la película, cuando hay un giro argumental decisivo y repentino. Sin embargo, solo desencadenará algunas consecuencias predecibles, no ayudará a que ninguno de los conflictos ya mencionados se intensifique, y en ningún caso sorprenderá al público. De alguna forma, todo está muy tranquilo, austeramente elegante y visualmente asombroso, pero al fin parece más un estudio de personajes, bastante incompleto cabe mencionar. Aparte de esto, la historia se acaba de forma apresurada, que al parecer solo sucede para probar que algo ha cambiado en la vida de Matúš y para crear la impresión de un arco narrativo adecuado. Para terminar, la presencia esporádica de una chica que de manera casual se convierte en amiga de los dos hermanos (Judit Bárdos) es insuficiente para derretir el núcleo frío de la película.

Plastic Symphony ha sido producida por la eslovaca Arytmia, la checa Black Balance, la polaca Harine Films y Slovak Television. Kaleidoscope se encarga de las ventas mundiales de la película.

(Traducción del inglés por Helena Martínez)