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GÖTEBORG 2023

Crítica: Hypermoon

por 

- Mia Engberg se zambulle en lo más profundo de un personal universo de reminiscencias, tiempo, viajes en el espacio e imágenes encontradas

Crítica: Hypermoon

Coincidiendo con la lista de las mejores películas de Sight and Sound, la revista sueca de cine FLM realiza cada diez años la correspondiente encuesta nacional, la última de las cuales tuvo lugar en octubre de 2022. La película The Phantom Carriage (1921), de Victor Sjöströml, continúa reinando en lo más alto indiscutiblemente, seguida de Una historia sueca de amor (1970) y de Persona (1966), de Ingmar Bergman, como era de esperar. Un laureado más ilustre es Belleville Baby [+lee también:
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(2013), de Mia Engberg, que hace su incursión en el puesto número 20, nada mal para una película de ensayo de “autoficción” muy personal que cuenta la historia de dos antiguos amantes que se reencuentran por teléfono y que está trufada de imágenes de pequeño calibre y conversaciones contemplativas sobre una variedad ecléctica de temas. Diez años más tarde, y tras su secuela Lucky One [+lee también:
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, Engberg completa ahora su “trilogía de Belleville” con Hypermoon [+lee también:
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. Al igual que las dos entregas anteriores, se estrena internacionalmente en la Competición de Documentales Nórdicos del Göteborg Film Festival.

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Aquellos que ya conozcan/hayan entrado anteriormente en el universo Engberg, reconocerán el tono de Hypermoon al instante gracias a las detalladas disertaciones sobre el viejo gramófono de maleta de Mia y a una definición de un segundo de eternidad empleando un pájaro y una montaña, y esto ya antes de los créditos iniciales. A continuación se produce una visita a un hospital, y esta “divide el tiempo en un antes y un después”, ya que un grave diagnóstico afectará a nuestro narrador. Se hacen nuevos planes, se cancelan otros antiguos, incluido el rodaje de una película (¿quizá de una versión de la tercera parte que nunca llegaremos a ver?). En su lugar, Mia se plantea la posibilidad de una película totalmente en negro, utilizando solamente voces. Vincent llama desde París y él y Mia, rememoran su primer encuentro, que había lugar en una fiesta en una catacumba. Las imágenes del París de los años 90 que sirven de telón de fondo para su conversación nos trasladan visual y sensorialmente a otro tiempo y a otro lugar, y probablemente fueron rodadas más o menos en la misma época que algunos de los viejos rollos de película de Mia que acaba de encontrar Vincent en una vieja caja en el sótano. Huelga decir que hay material de sobra para reemplazar y llenar nuestra pantalla negra con todo tipo de colores.

Además, las “imágenes encontradas” de Vincent contienen imágenes del propio Vincent por primera vez en esta trilogía. También nos sirven de presentación de los hijos del director, un chaval adolescente y una hija veinteañera, que proporcionan una alegría y un consuelo cotidianos entre visita y visita en el hospital. Podría decirse que Hypermoon es la película más sincera de Engberg y que en ella muestra a sus seres queridos y sus aflicciones personales, todo ello con dignidad y buen gusto, sin olvidar ciertas pinceladas de humor discreto. Entre otros alicientes, grandes y pequeños, encontramos una inmersión profunda en la historia de Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta, un poema de Sun Ra sobre la construcción de un mundo de sueños abstractos, una mención especial al gato Baby, un póster azul de Derek Jarman, un simpático mono peludo, una espectacular interpretación de Édith Piaf a cargo de Grace Jones y la sobrecogedora historia de los abuelos de Mia, que ganaron dos años seguidos el concurso local al mejor balcón decorado. Aunque por suerte la idea de la pantalla negra no llegó a prosperar, Engberg probablemente también nos habría cautivado a más de uno con aquella propuesta.

Hypermoon es una producción de la sueca Story AB.

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(Traducción del inglés por Marcos Randulfe)

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