16/03/2023 - El primer largometraje de ficción del documentalista búlgaro Tonislav Hristov narra una búsqueda personal de un lugar en el mundo situada en el ambiente de la trata ilegal de inmigrantes

Tras una etapa centrada principalmente en la dificultad de la integración, la esperanza de la contaminación cultural y la ansiedad del desarraigo, las convulsiones geopolíticas actuales están empujando al cine europeo sobre inmigración a narrar el propio acto del desplazamiento en el espacio. Un migrante que decide marcharse temporalmente o abandonar definitivamente el espacio del que procede, embarcándose en una carrera de obstáculos que lo convierte en “extranjero” como resultado de cruzar una frontera (que también implica un viaje interior). Este tipo de cine es un género por derecho propio, al que también se recurre para crear historias de “travesías personales”. Este es el caso de The Good Driver, dirigida por el consagrado documentalista búlgaro Tonislav Hristov, en su primer largometraje de ficción, que compite en el Bergamo Film Meeting.

En su documental de 2016 seleccionado en Sundance, The Good Postman [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película], Hristov trataba tanto la crisis de los refugiados como la despoblación de ciertas regiones del sureste de Europa, centrándose en un pequeño pueblo búlgaro de 40 habitantes en la frontera con Turquía. En Gran Dervent, el cartero Ivan quiere acoger a los refugiados sirios que cruzan ese pequeño tramo de frontera en las casas abandonadas de la localidad, para darle una nueva vida al pueblo. The Good Driver es un spin-off ficticio de ese documental, donde uno de los personajes, Ivan, trabaja como taxista nocturno en la ciudad balneario de Golden Sands, en la costa del Mar Negro, transportando a turistas que salen borrachos de clubes con nombres inverosímiles como Malibú, Palm Beach, St. Tropez o Ibiza. Está ahorrando para volver a Finlandia, donde ha abandonado a su mujer y a un hijo de 18 años que no quiere volver a ver a su padre. Cuando las cosas se tuercen, debido a un malentendido que le enfrenta a los delincuentes que regentan un club nocturno, Ivan regresa a su pequeña ciudad sin un céntimo. Una vez allí, a pesar de ser un hombre honrado, se ve envuelto en el tráfico de inmigrantes ilegales.

Mientras que Hristov, que lleva más de 20 años viviendo en Finlandia, había elegido un tono cómico para el documental Rules of Single Life (2011), en el que cuatro hombres búlgaros buscaban mujeres en Helsinki, en esta ocasión la única escena cómica es la inicial, en la que Ivan y sus amigos, inmediatamente después del funeral de su madre, ocupan el sitio de cuatro niños que juegan al fútbol frente al cementerio. Durante el resto de la película, The Good Driver es un atormentado estudio de las relaciones entre lugares e individuos, con un protagonista que ve cómo su pureza se hace añicos contra un muro de oportunismo, violencia y prevaricación. La mano del documentalista se hace visible detrás de la cámara, que permanece pegada al rostro angustiado de Malin Krustev, cuyo personaje busca constantemente su lugar en el mundo. De hecho, el plano más hermoso de la película es el que más se acerca a un documental: una rápida secuencia de los rostros de los inmigrantes sirios en el asiento trasero del taxi de Ivan (la dirección de fotografía es obra de Orlin Ruevski).

En el guion, escrito por el propio director junto con Kaarle Aho y Konstantin Bojanov, también hay espacio para la reflexión sobre el clásico tema de la amistad. Las únicas personas que permanecen al lado del maltratado protagonista son Elena (Slava Doytcheva), una joven del pueblo que quiere marcharse a Alemania “para sentirse anónima y por fin humana”, y Ludmil (Gerasim Georgiev), que acompaña a Iván en busca de perdón a Helsinki.

The Good Driver es una producción de la finlandesa Making Movies, coproducida por Soul Food (Bulgaria), Cinenic Film (Suecia) y Film i Väst (Suecia).

(Traducción del italiano)