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CPH:DOX 2023

Crítica: Motherland

por 

- El documental de Alexander Mihalkovich y Hanna Badziaka hace un oscuro y convincente retrato de la cultura de la violencia inherente a la sociedad bielorrusa

Crítica: Motherland

El segundo documental del cineasta ucraniano-bielorruso Alexander Mihalkovich y la bielorrusa Hanna Badziaka, Motherland [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, que constituye una película de notable amplitud y profundidad por cómo desvela la cultura de la violencia sancionada e infligida por el Estado en la sociedad bielorrusa, acaba de estrenarse a nivel mundial en la competición principal de CPH:DOX.

Uno de los dos personajes principales es Svetlana, una mujer de mediana edad cuyo hijo murió en el ejército debido a la dedovshchina, una práctica de los soldados que consiste en maltratar violentamente a los nuevos reclutas. Cuando esta práctica acaba por causar la muerte de alguien, se barre debajo de la alfombra y se cataloga como suicidio. La dedovshchina tiene su origen en el ejército soviético, pero la película muestra cómo la práctica ha alcanzado proporciones espantosas en el ejército bielorruso del siglo XXI, tanto en magnitud como en gravedad.

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Lo primero que vemos es a Svetlana cruzando el país en tren, en busca de otros padres cuyos hijos también hayan muerto de la misma manera, con el fin de iniciar una demanda colectiva. Desde el principio, la película se adentra en una dinámica de constante desolación que se ve reforzada por el monótono, chirriante y estridente diseño de sonido que, salvo en algunos momentos puntuales en los que se vuelve melódico o en los que su volumen disminuye, permanece siempre presente. Los planos largos y estáticos de gente fumando, sus reflejos en las ventanas bajo una luz tenue, y las imágenes de edificios decrépitos y ruinas de fábricas acentúan aún más este ambiente tan pesado.

Una de las cosas que rompe esta dinámica, en cierta medida, es la voz en off de las cartas de un soldado a su madre, que se escuchará en varias ocasiones a lo largo de la película. A través de sus descripciones impresionistas, nos traslada con facilidad a los barracones del ejército, aunque también, en un momento dado, evoca imágenes bellas y líricas que contrastan con la dominante oscuridad. Como al principio se editan imágenes de Svetlana, da la sensación de que las cartas son de su hijo, pero no lo llegamos a saber con certeza hasta que sus líneas finales ponen fin a la película con una nota pesimista a más no poder.

Y es que prácticamente no se muestran motivos para el optimismo. El otro personaje heroico es Nikita, que aparece por primera vez en la película en una rave. Acaba de recibir su carta de reclutamiento y, de primeras, bromea sobre ello con sus amigos activistas. Su abuelo, no obstante, que parece de la vieja escuela soviética, alguien a quien dirigirse únicamente como "señor", le dice a Nikita que el ejército le enderezará. Pero la película es lo bastante sutil como para mostrarnos que el anciano está lejos de no saber cómo funcionan las cosas.

Nikita tiene la mala suerte de que, justo cuando comienza su servicio en la ciudad militar de Pechi, estallan las protestas tras la reelección de Lukashenko en unas elecciones amañadas. Aunque ya se habían mostrado anteriormente escenas violentas, los codirectores eligen las más viscerales para esta ocasión, que a su vez se ven reforzadas por el contexto. Por culpa de este suceso, Nikita podría fácilmente recibir órdenes de disparar a sus amigos, y en una secuencia anterior se mostraba a un grupo de personas en torno al lugar de la carretera donde un policía con pasamontañas había matado a un hombre a plena luz del día y se había marchado tan tranquilo, antes incluso de que se iniciaran las protestas.

Mihalkovich y Badziaka retratan el insoportable panorama de una sociedad militarista y fuertemente patriarcal plagada de violencia y propaganda. Las vallas publicitarias anuncian el servicio militar y, en Pascua, Svetlana lucha por conseguir que un sacerdote bendiga la tumba de su hijo. Los manifestantes detenidos son liberados tras haber recibido una paliza, al tiempo que uno de los funcionarios se sube a su todoterreno blindado y pasa olímpicamente de las denuncias de tortura. Tanto esa pasmosa falta de rendición de cuentas como la dedovshchina se han heredado de la época soviética y han ido mutando a lo largo de 30 años de tiranía y corrupción, por lo que poco pueden esperar Svetlana y otros padres del sistema judicial en esta sociedad envuelta en un círculo vicioso de traumas perpetuados a lo largo de generaciones.

Motherland es una coproducción de la sueca Sisyfos Film Production, la noruega Folk Film y la ucraniana Voka Films. Lightdox posee los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés)

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