Crítica: Gavagai
por David Katz
- El complejo y apasionante drama de Ulrich Köhler sigue el problemático rodaje de una adaptación de Medea en Senegal, y después su estreno en Berlín

Observando las recientes sátiras que le valieron a Ruben Östlund dos Palmas de Oro, El triángulo de tristeza [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Ruben Östlund
entrevista: Ruben Östlund
ficha de la película] y The Square [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Ruben Östlund
ficha de la película], ambas críticas lúcidas a los ricos y poderosos, uno se pregunta qué pasaría si decidiera meterse con su propio entorno: la industria cinematográfica. Los medios y procesos a través de los cuales las películas se compran, venden y producen, así como su visibilidad en el mercado, pueden parecer tan complejos y extensos como el propio mundo, reflejando sus relaciones de poder y alianzas nacionales. En su último largometraje, Gavagai, el director alemán Ulrich Köhler se adentra en un territorio donde Östlund suele prosperar: observa las microagresiones, la mala fe y el egotismo inseguro que afectan a la realización de una coproducción internacional, una visión autocrítica que nunca cae en la podredumbre que diagnostica. Tras su estreno mundial en la sección principal del Festival de Nueva York, que siempre ha apoyado la obra de Köhler, la película se proyecta ahora en el Festival de Zúrich.
Criado en Zaire (la actual República Democrática del Congo) como hijo de trabajadores sanitarios de una ONG, Köhler ha tendido a regresar a esta región en su cine, primero con Sleeping Sickness [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Ulrich Kohler
ficha de la película] (ganadora del Oso de Plata de Berlín), y ahora con su nueva película, inspirada directamente en la experiencia de rodar y estrenar aquella. Nourou (Jean-Christophe Folly) y Maja (Maren Eggert) son actores que ruedan en Senegal una adaptación posmoderna de la Medea de Eurípides, sobre la figura mitológica que asesinó a sus propios hijos. La directora, Caroline (Nathalie Richard, que a los espectadores más veteranos les recordará a Claire Denis, pero posiblemente elegida por su papel en Irma Vep, otra historia sobre el rodaje de una película), intenta ofrecer una interpretación ambiciosa pero potencialmente desacertada del texto original. Convierte a Medea, interpretada por Maja, en una intrusa blanca rechazada por el Jasón de Nourou y por su tribu de argonautas, aquí representados como negros e indígenas de la ciudad de Corinto.
Mientras los dos actores inician una relación apasionada en la intimidad del hotel donde se hospeda todo el equipo, vemos cómo la gran locura de Caroline anula sus nobles intenciones artísticas con su falta de decoro y su tendencia al riesgo, y cómo los creativos blancos acaban imponiéndose en su entorno, recreando una relación colonial. El título de la película hace referencia a un célebre experimento filosófico, que consiste en gritar la palabra gavagai mientras se señala a un conejo, aunque este grito podría no referirse directamente al animal, insinuando la arbitrariedad del lenguaje. Como en las películas de Östlund, el lenguaje profesional y la cautela de Nourou y Maja no logran alertar a Caroline de que algo está yendo muy mal.
Estos problemas se agravan cuando la película se estrena en la Berlinale el invierno siguiente (Köhler intercala además extractos visuales suntuosos del festival), donde la presencia del hotel Grand Hyatt de Potsdamer Platz y el Palast genera una sensación inquietantemente precisa para los miembros de la industria. Un guardia de seguridad racista impide a Nourou entrar en su lujoso hotel, lo que da a Maja la oportunidad de intervenir como “salvadora blanca”. Más adelante, durante una incómoda rueda de prensa, Caroline y sus actores se enfrentan a una serie de reacciones escépticas. Sin embargo, el punto de vista de Köhler refleja también el de Caroline y evita caer en el moralismo. La película no sermonea a sus compañeros cineastas. Por el contrario, plantea un cuestionamiento astuto sobre la frecuencia con la que el cine con pretensiones políticas tiene dificultades para comunicar su mensaje, y sobre cómo la intención confusa de un artista puede, paradójicamente, revelar una forma perversa de integridad.
Gavagai es una coproducción entre Alemania y Francia, a cargo de Sutor Kolonko y Good Fortune Films. Luxbox se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.