PELÍCULAS / CRÍTICAS Portugal / Francia
Crítica: Justa
por Vittoria Scarpa
- La nueva película de Teresa Villaverde es una turbadora exploración del luto y una meditación sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza

Una niña acompañada por un psicólogo, un hombre con claros signos de quemaduras graves, una anciana ciega y un niño visiblemente enfadado que juega con una pelota… Estos son los protagonistas de Justa, el nuevo largometraje de ficción dirigido por la aclamada cineasta portuguesa Teresa Villaverde (en la competición oficial de Venecia con Três irmãos en 1994 y en la Berlinale con Colo [+lee también:
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ficha de la película]), que ha sido seleccionado en la 27.ª edición del Festival do Rio gracias a la iniciativa Europe! Voices of Women+ in Film, organizada por la European Film Promotion. Y hay además hay otro “personaje”: un cementerio, ya que todas estas personas están unidas por la pérdida de sus seres queridos en un trágico accidenteque el guion, escrito por la propia Villaverde, va desvelando poco a poco, permitiendo así al espectador recomponer gradualmente el rompecabezas de los acontecimientos.
La naturaleza salvaje está presente desde las primeras escenas de la película, que muestran árboles arrancados de raíz, montones de tierra y ramas muertas, fotogramas ligeramente siniestros acompañados por el sonido de un aria de Brahms. Justa (la joven y talentosa Madalena Cunha) es una niña de diez años que tiene problemas para dormir por la noche. Su padre, Mariano (Ricardo Vidal), tiene quemaduras graves de la cabeza a los pies, y Justa cuida de él. Poco después, vemos a Mariano yendo al cementerio con Elsa (Betty Faria), una anciana ciega, ambos con un ramo de flores frescas para depositar sobre las tumbas de sus seres queridos. Para él, se trata de su esposa, la madre de Justa; para ella, de su marido, cuya muerte siente como una culpa personal. También está presente en el cementerio un niño, Simão (Alexandre Batista), que da patadas a un balón contra el muro del recinto y al que más tarde vemos vagando entre las lápidas, tanto de día como de noche.
A través de las tranquilas conversaciones que los personajes mantienen entre sí —casi siempre en pareja y con la cámara centrada en sus rostros, en especial los diálogos entre Mariano y Elsa, entre Elsa y Simão, y entre Justa y su psicóloga (Filomena Cautela), también ella marcada por un duelo—, van emergiendo los vínculos que los unen y las trágicas circunstancias en las que sus seres queridos murieron y ellos sobrevivieron. La película se inspira en los devastadores incendios forestales que arrasaron Portugal en 2017, causando la muerte de numerosas personas atrapadas en aldeas cercanas o en coches inmovilizados en las carreteras, mientras el asfalto se derretía y las altas temperaturas lo consumían todo. “Si se hubieran cuidado los árboles y los bosques, nadie habría muerto”, se dice en un momento del largometraje, mientras otro personaje augura que “un día, todo volverá a arder”.
Justa cuenta la historia de las secuelas, de cómo se puede convivir con el dolor y con el recuerdo de acontecimientos que quedan grabados para siempre en el cuerpo (las quemaduras, la ceguera). También nos habla de una naturaleza que no perdona (“Agua, fuego, ¿por qué no nos dejáis en paz?”) y que merece un respeto mucho mayor. Es una obra meditativa y profunda, que evoca una tragedia mostrando poco y diciendo mucho, con delicadeza y sobriedad.
Justa ha sido producida por Alce Filmes (Portugal) y coproducida por Epicentre Films (Francia). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Portugal Film.
(Traducción del italiano)
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