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1. Los buscadores de oro

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“Ahora se hace así”. El comentario de un productor de la sociedad francesa Pan-Européenne ante los coproductores españoles, italianos y británicos que participaron en la nueva película de Manuel Poirier, Chemins de traverse, ilustra perfectamente la práctica que últimamente parece haberse poseído de la cinematografía francesa. Se quiera o no las coproducciones europeas son imprescindibles a la hora de realizar una película y la tendencia va en aumento.
En el 2002, de los 200 largometrajes en proyecto, 94 han visto la participación de algún socio extranjero, es decir el 47 por ciento de la producción total (35 por ciento en el 2000 y el 38 por ciento en el 2001). Un total que incluye 57 producciones internacionales de películas de iniciativa francesa y 37 largometrajes con una cooperación mayoritariamente extranjera. Pero el fenómeno más relevante está relacionado con el aumento de las inversiones extranjeras en las producciones mayoritariamente francesas (FIF): +30 por ciento en el 2002, con un total de 79.84 millones de euros de un total de 724,17 millones (11 por ciento en el 2002 contra el 6.5 por ciento del año 2000). Una tendencia al alza entre el 1 de enero y el 15 de junio de este año, con 33 películas FIF producidas por colaboradores extranjeros, de 70 películas en proyecto. Resulta que mientras las inversiones francesas en la producción cinematográfica nacional sigue estancándose, las financiaciones extranjeras de otros países aumentan a gran velocidad (+74 por ciento en dos años).

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Los privilegiados de esta nueva situación son los socios extranjeros, Bélgica está a la cabeza (15 coproducciones de FIF en el 2002, y 10 desde principios del 2003), seguida por Gran Bretaña (10 y 10), Alemania (9 y 4), Italia (9 y 4) y España, que este año parece haberse decidido (3 coproducciones en el 2002 y 4 desde el 1 de enero 2003).
Pero para comprender mejor las causas de esta revolución en la producción francesa, es necesario mirar atrás. En los años 70 el sistema de las coproducciones europeas contaba con la notoriedad de las estrellas del viejo continente. Debido a la creciente importancia de la televisión privada, en cada uno de los distintos países se abrió camino a los financiamientos nacionales, dejando que las distintas cinematografías se replegaran en sí mismas, quedándose en su propio territorio. Pero el cambio vino a finales de los 90 con la crisis de las televisiones de pago en toda Europa. La pre-adquisición de películas entraron en fase de restricción, en Francia de manera particular por las dificultades de Canal + (fuente principal de financiamiento del cine francés), obligando a los productores a buscar nuevos financiamientos. Al mismo tiempo, numerosos países europeos han preparado, dispositivos de ayudas a la producción (Fondos regionales en Alemania, sistemas de exención fiscal como el “sale and Leaseback” británico o el tax-shelter belga y luxemburgués). Por otra parte el reciente éxito de las películas francesas en el extranjero (55 millones de espectadores internacionales en el 2002) ha atraído el interés de nuevos socios extranjeros. Para terminar, la nueva construcción política y monetaria de la Unión Europea juega ahora un nuevo papel propulsor, acercando lentamente las visiones nacionales a favor de una estrategia global, que por ahora se limita a la producción, no habiéndose podido imponer en el sector de la distribución.

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