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3. El tiempo de los especialistas

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El desarrollo de las coproducciones europeas está transformando lentamente el paisaje cinematográfico francés. En el 2002, entre los presupuestos más altos de películas francesas (+ de 7 millones de euros) se han contado al menos 10 coproducciones. Blueberry de Jan Kounen (31.13 millones de euros), la película con el presupuesto más alto del año, ha sido financiada un 20 por ciento por el Reino Unido. Italia ha participado en un 10 por ciento en dos de las más grandes producciones francesas del 2002: Tais-Toi de Francis Veber y La femme-piège de Bilal.
En cuanto a The dreamers de Bernardo Bertolucci, décimo clasificado entre los presupuestos más altos con 13.99 millones de euros, ha sido financiado en un 55 por ciento por Francia, por un 25 por ciento por el Reino Unido y por un 20 por ciento por Italia.
En cuanto a las coproducciones minoritarias, las sociedades francesas no se han qu edadp atrás en el 2002, invirtiendo en directores europeos como Von Trier, Avati, Angelopoulos, de Oliveira, Olmi.
Por otra parte en los festivales más importantes una película de cada tres está coproducida por Francia.
Los resultados hablan por sí solos.
Para seguir más de cerca estos movimientos productivos, se han constituido asociaciones europeas como, Ateliers du Cinéma Européen (ACE), los Empresarios Europeos para el audiovisual (EAVE) o el Club de Productores Europeos, cuyo trabajo está empezando a dar sus frutos, gracias al siempre creciente números de socios entre profesionales del sector, que de esta manera aprenden a trabajar mejor juntos y con bases más sólidas. Al mismo tiempo se han creado estructuras especializadas en la búsqueda de financiamientos internacionales como Exception (ex Wild Bunch, sociedad de ventas al extranjero), que ha lanzado el pasado enero un sector de servicios para la coproducción destinada a las sociedades independientes, dirigido por Juliette Renaud, ex directora de compras de películas extranjeras de Canal+. También Celluloïd Dreams y Les Films du Losange de Margaret Ménégoz, que han formado sectores específicos como Back up o Shorts cuts.
¿El objetivo? Ayudar a los productores franceses a ver más claro entre la cantidad de mecanismos extranjeros de los distintos países. Sistemas que evolucionan rápidamente, como es el caso del célebre “sale & lease back” británico, que hasta hace poco tiempo admitía coproducciones financieras sin aporte técnico o artístico del país minoritario, pero que ahora exige que el 20 por ciento del presupuesto del película sea gastado en el mismo Reino Unido. Modificaciones que obligan cada vez más a los productores franceses a realizar en otros países la post-producción de las propias películas, sobretodo en el campo del sonido (una decena de películas en el 2000). Una tendencia que el Ministro de Cultura francés, Jean-Jacques Aillagon, ha intentado frenar esta tendencia, con la creación de un tax-shelter (desgravaciones fiscales) que atraigan sobre al territorio nacional, un número siempre mayor de rodajes. Pero el dispositivo todavía no ha sido fijado y los primeros elementos conocidos se prestan ya a una controversia, ya que dañarían los recursos de otro sistema, el de Sofica (sociedad de financiación para el cine y audiovisuales).
Está claro que este aumento de las coproducciones europeas empieza a generar competencia creciente entre los países, que podría empeorar con la entrada de los países de la Europa Central y del Este en la Unión Europea (Hungría, República Checa, Bulgaria y Rumania) con la propuesta de Estudios y exteriores de calidad, además de una mano de obra de poco coste. Parámetros que acentuarían la complejidad de las coproducciones que tal y como están ahora, están transformando a los productores franceses en especialistas del territorio europeo .

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