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BERLINALE 2007 Panorama

Outsiders entre el cielo y la tierra

por 

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, de David Ondricek, no es un film cuyo sentido profundo se puede leer entre las líneas. Como los retazos que cose el protagonista, Fleishmann, desde las alturas donde vive, es un mosaico incongruente y encantador de pequeñas neurosis cotidianas, una galería de retratos cuya acción se sitúa entre el cielo y la tierra, entre aquí y el allá, en un hotel construido en la cima de una montaña (un sublime local de rodaje al que rinde honor la fotografía), en la ciudad Checa de Liberec, de donde queremos salir pero que no podemos abandonar.

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Al elegir como protagonistas los trabajadores del hotel –o sea, la gente que está de manera permanente en este lugar de paso- Ondricek llena el la vida diaria de estos personajes de situaciones insólitas. Sin alcanzar la locura de El hotel del millón de dólares, de Wenders, cada uno de ellos cultiva determinadas idiosincrasias. Si es Fleishmann, el asistente de limpieza, que actúa de outsider con su obsesión por las previsiones meteorológicas (y, por tanto, su pasividad de observador), su régimen estricto de gaufres y de soda de naranja, su ausencia total de interés por sexo y su pánico por dejar Liberec (hasta el punto de saltar del autobús cuando se acercan los límites de la ciudad), sus compañeros no se paralizan menos por sus miedos y sus obsesiones. Una está obsesionada por revistas femeninas y pastillas adelgazantes, otro sólo vive para su colección de cintas porno, otra, físicamente incapaz de decir las palabras "te quiero", pasa su tiempo midiendo no las temperaturas ni las precipitaciones, sino su fertilidad, mientras que su novio sólo sueña con los EE UU y los negocios. Todos aspiran a una especie de liberación.

Ésta no es una película triste, sino infinitamente cómica y conmovedora (como los adagios absurdos del viejo Franz, rey del supermercado y héroe de guerra), y la parális de los personajes no es irreversible. Como explicó Ondricek a una sala llena y muy entusiasta: "Se tiene la sensación de que Republica Checa sufre del síndrome del perdedor, del fracasado. No me gusta esa palabra y no creo que sea verdad. Con esta película, quería enseñar que no hay que tener miedo a lanzarse".

Como dice Franz, "La vida es como el tenis: todos tenemos derecho a un segundo servicio, pero también hay que tener fuerza para recoger la pelota".

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(Traducción del francés)

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