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BERLINALE 2009 Competición / Alemania

Alle Anderen, un largo verano en Cerdeña

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La prensa ha recibido sin mucho entusiasmo el segundo largometraje de la joven directora de 32 años Maren Ade, Alle Anderen [+lee también:
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, que ha sido presentado esta mañana en la competición oficial de la Berlinale. La directora se dio a conocer con su anterior filme, Los árboles no dejan ver el bosque, que le valió varios premios.

La película, cuyo desarrollo es muy lineal, sigue de cerca a una pareja alemana, Chris y Gitti, interpretados por Lars Eidinger y Birgit Minichmayr respectivamente. Esta última encabeza asimismo el reparto de la divertida y cínica producción austriaca Der Knochenmann [+lee también:
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, de Wolfgang Murnberger, que se presenta en la sección Panorama.

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Los protagonistas pasan sus vacaciones en Cerdeña, a ratos solos, a ratos con una pareja de amigos cuya relación les hace replantearse la suya propia. Las escenas se suceden entre el canto de las cigarras que ponen banda sonora a la armonía de la pareja, como cuando se inventan un muñequito de jengibre al que llaman Schnappi o cuando susurran y conspiran en contra del pesado de Hans. Sin embargo, las cigarras prestan también su canto a las desavenencias y frustraciones de la pareja, que están presentes desde el principio cuando Chris echa a Gitti de la cama, en los momentos en lo que él se cansa de escucharla o durante la noche en la que la abandona para ir a emborracharse con Hans.

Ade recorre lentamente la intimidad de una pareja corriente. El protagonista masculino es un hombre indeciso, cobarde cuando se enfrenta a su entorno, incluso llega a burlarse de Gitti y su propia madre delante de sus amigos, y que teme expresar sus sentimientos hacia Gitti, además, como todos los hombres, no entiende lo que ella intenta explicarle cuando hablan de amor. Por su parte, Gitti es un poco atosigante, le pide más atención a Chris de la que éste puede darle y, como todas las mujeres, a veces se pone un poco histérica. Pero a fin de cuentas, lo quieran o no, los dos forman una única entidad con sus propios códigos e idiosincrasias, un universo del que solo ellos tienen la llave.

Si bien en este retrato de una relación entre dos treintañeros podemos encontrar elementos que nos son familiares sin caer en los clichés, la lentitud y la falta de acción de este verano italiano se dejan sentir en un espectador que, lejos del sol italiano y en una oscura sala de cine, no es capaz de congraciarse con tanta ociosidad. La directoria quizás podría haber retratado ese verano sardo con un poco más de concisión.

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(Traducción del francés)

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