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Katell Quillévéré • Directora

Entrevista

Encuentro en la Croisette con la joven directora francesa, encargada de abrir la Semana de la Crítica del 66º festival de Cannes con Suzanne.

mp4 (640x360) [61 MB]

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Katell Quillevéré: La primera fuente de inspiración fueron lecturas eminentemente autobiográficas de mujeres que compartieron sus vidas con criminales. Me marcaron la de Jeanne Schneider, una de las compañeras de Mesrine, y la de Nadine Vaujour. Me sentí atraída por estos personajes de mujeres y por el modo en que relataban sus relaciones con los hombres: desde un punto de vista nada espectacular sino más bien cotidiano. Siempre dedicaban un capítulo a su infancia y a su adolescencia; es decir, a la etapa previa a haberse conocido, como si buscasen comprender su propio destino, aquello que había podido llevarlas a conocer a esos hombres, a unirse a ellos, a romper lazos con sus respectivas familias por ellos, a hacer cosas que jamás habrían pensado que podían hacer. Suzanne nació de la voluntad de contar una historia de amor un tanto loca, fuera de lo común, y de abordar el asunto del destino. No creo que uno pueda trabajar sobre el destino sin tocar la infancia y la adolescencia; de ahí el despliegue del relato. No quería tratar el tema del destino de una clásica, causal, como siele darse en los biopics clásicos, en donde la infancia es la que alberga todos los traumas. Quería, en su lugar, introducir las nociones de azar y misterio, que rigen nuestras vidas. Eso me fascina.

¿Tres décadas para un solo destino?

Mi coguionista Mariette Désert y yo buscábamos una narración muy novelesca que funcionara mediante elipsis muy marcadas. Nos influyeron películas como Había un padre, de Ozu, y Baptême, de René Féret. Había que conseguir que el fuera de campo fuese muy poderoso y que, a menudo, los momentos más importantes, esos en los que los personajes toman decisiones, no se filmaran: así conseguiríamos la atención del espectador y lo llevaríamos a rellenar los huecos del relato con sus propias vivencias. En el montaje, hicimos hincapié en este principio y casi un tercio del material rodado, en especial la parte más explicativa, desapareció. Al final, la película es más silenciosa, más depurada, de lo que habíamos previsto.

¿Por qué escogió ese medio social?

Siento admiración por la gente que tiene el coraje de vivir su vida, sin más. Los medios modestos y las situaciones difíciles también conllevan problemáticas de destino pues no son solo estos los factores que determinan los afectos y las vidas sentimentales, sino que también está la vida cotidiana, el miedo a la falta. Eso quería yo filmar.

¿La delincuencia?

Se trata de una joven que se lanza a los brazos de un chico marginal que la arrastra a su medio. No obstante, el modo en que lo filmo es bastante sobrio. Opté por no centrarme en la huida o en la pareja de bandidos porque, por un lado, de eso ya se ha filmado mucho y, por otro, me apetecía tomar un punto de vista opuesto y ver las cosas con los ojos de quienes se quedan, de quienes permanecen en lo cotidiano, no en lo espectacular, de los que padecen la ausencia. Solo hay una escena de gran acción criminal.

¿El tema de la familia?

Desde el principio, sabíamos que no queríamos quedarnos solamente en la crónica amorosa. Teníamos que ser más ambiciosos, abarcar más: estamos hablando de vínculos afectivos en general. Me interesa la tensión entre la necesidad de pertenecer a una familia y la permanente voluntad de querer dejarla atrás, una tensión que ya subyacía en Love Like Poison [+lee también:
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. Una joven trata de abandonar el hogar, busca un allende, pero, al mismo tiempo, no puede salir adelante sin aquello que la ha constituido. Una vez más, no es que estemos en la causalidad, sino en la carencia: ¿qué significa vivir con una ausencia en la vida, todo el tiempo, como Suzanne, a la que se ha echado de menos y que vive con un vacío de amor? Cuando este chico llega, llega por fin alguien que la va a mirar como ella querría que la mirasen. Por eso será incapaz de resistir, por eso lo seguirá sin remedio.

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